Llevamos una vida de Robinsones en estas islas artificiales en las que estamos cada uno, como individuos, más solos que la una la mayor parte del día. Los padres no ven a los hijos, que se pasan el día metidos en la escuela, el marido no ve a la mujer, etc. No hay más que ver que las mierdas de películas americanas en que el marido tiene un coche, la mujer otro y los hijos, otros cuantos. Y así viene la tendencia para España. Horarios penosos para poder pagar la hipoteca, horarios escolares eternos para que el niño aprenda judo, natación e inglés. Yo digo que si las casas valieran lo que tienen que valer y ni un duro más, este robinsonismo se caía por su propio peso. Ya dicen que en vacaciones, cuando el marido y la mujer se tratan de verdad, es cuando vienen los divorcios. Durante el resto del año, si querían ser infieles, tenían miles de excusas para serlo y si no querían verse, ahí estaban los horarios y el trabajo para no hacerlo. Como en este mundo todo son problemas y si se hablan, se agudizan porque cada uno lo ve de una manera y no nos ponemos de acuerdo, pues los problemas van, hasta que hay que hablarlos y todo se desmorona como castillo de arena. Vivimos en una sociedad absurda pero ¿cuándo no ha sido así? El ser humano se preocupa de que su sociedad sea absurda para que el individuo tenga excusas para hacer cosas individuales.
Si tú eres un individuo, los demás también.
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