La amistad, el amor y el trabajo necesitan de una entrega total al amigo, al amante y a las tareas encomendadas. Pero no vivimos épocas de pasiones desatadas. Vivimos épocas enclenques, enfermizas en que todo es postizo y como transitorio. Ya no hay amigos de verdad. Ya no existe el amor como lo concibieron los románticos como Espronceda. El trabajo ya no ata, no da sus frutos apetecidos, no gusta, es utilitario. Se puede engañar al amigo, no pasa nada pero surge la sospecha que mata el lazo. Se puede ser infiel al amante porque esta sociedad así lo autoriza, lo incita porque vivimos días de exaltación individual, de viva la Virgen y mi cuerpo serrano. Al trabajo se puede ir a escaquearse, a no cumplir, a saltarse a la torera las normas laborales porque el trabajo ya no es sagrado, ya no está investido de esa importancia que tenía en tiempos de nuestros padres. En fin, todo parece deslizarse como por un tobogán inmundo que deja a la gente destrozar sus creencias en el amor, en la amistad y en lo que hace. Prima la chapuza, prima el yo y el otro tiene que aguantarse.
Haz algo útil cada día. Harás el día más grande.
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