A mí me ofenden grandemente aquellos políticos, sobre todo políticos y políticas que son feministas y nunca han fregado un plato. Y a lo mejor no saben ni cocinar unos garbanzos con bacalao, los muy importantes. Son aquellos y aquellas que lucen muy bien pañuelos y corbatas pero de la casa no saben nada. Ni friegan, ni barren, ni cocinan, ni limpian ni hacen los deberes con los hijos. Son unos desastres para cualquier tarea que hacemos los demás y dan órdenes de cómo deben comportarse los demás. Es una ironía trágica, dolorosa que se huele cuando salen en televisión tan repintadas y tan peinados ellos, con una sonrisa que no se la creen ni ellos por lo estúpida e hipócrita porque está aprendida de cuando comenzaron a trepar a esos cargos desde los que quieren legislar sobre la nación y la nación los sufre como cargas de burro. Pues si no saben ni cuanto cuesta una café en un bar, ¿qué van a saber estos pobrecitos? Dan verdadera pena, se mean en el quicio y no dan nunca una a derechas (siempre a izquierdas) y eso sí, saben gastar del dinero público todo lo que haga falta y más. Menudos cagalindes están hechos esos. Rascanalgas de tres al cuarto que nos hemos tragado y bien nos han hecho la puñeta y encima, de rositas. A pico y pala los ponía yo a ver si agachaban el lomo alguna vez en sus vidas, ablandabrevas, calientahielos.
El que se pone a mandar, que sepa antes obedecer.
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