lunes, 30 de junio de 2014

Escribir es una arte solitario, meditativo y terco. Cada equis tiempo, el cuerpo me pide escribir. O la mente, no sé. Tampoco sé que efectividad tiene el hecho de escribir en mi vida o en la de los demás. Ir juntando palabras para contar historias debe tener un refrendo intelectual bastante elevado; quiero decir que la metafísica del contar historias debe ser algo importante pues hasta Dios mismo acudió a ese recurso para contarnos cómo creó el mundo y lo que luego pasó en él. Todo el mundo se la pasa contando historias desde pequeño hasta que se hace viejo. Yo creo que el oficio de escribir se basa únicamente en llenar de cierta estética esas historias que todos los humanos nos contamos unos a otros en el devenir de los tiempos. Ser escritor no es nada nuevo. Más bien viejísimo. Al dictado de Dios y de los dioses helénicos Homero y los profetas y los escribas de la Biblia nos fueron contando miles de historias que han perdurado hasta hoy. Las historias que se cuentan hoy en día son menos trascendentales pero tienen el poso de aquellas milenarias. 
Tras un fin de semana pobre de emociones llega este lunes pobre de solemnidad. El cielo está muy luminoso y los pájaros, como siempre, no dejan de piar. Tengo que hacer la comida y no tengo ganas. Dónde estará la vida alegre que cantaban los de antes. Tampoco tengo ganas de escribir, mi cabeza está plana como un plato. Quizá esta luminosidad hace que mi cabeza esté vacía de todo pensamiento. He mirado las poesías de poetas antiguos y como si nada, nada me decían aunque fueron escritas para estimular la mente y el sentimiento. Hoy estoy opaco a todo acto cerebral. He preparado una comida sencilla y he comido poco y después de echarme un poco en la cama cavilando no sé qué cosas que no van a ningún lado me he puesto a escribir mi novela con un resultado satisfactorio: por fin una Musa se ha bajado de el Parnaso azul y me ha querido brindar hoja y media de redacción feliz. Luego he ido a comprar y luego estoy aquí escribiendo esto. Punto y aparte a un lunes plano y azul como el agua de una piscina.

miércoles, 25 de junio de 2014

Antes de escribir en mi novela en la que un personaje debe explicar al lector por qué se hizo mendigo, escribo cosas en este blog. El afán de escribir no debería perjudicar el interés ni la calidad de lo que se escribe pero a veces pasa. Ahora yo no sé de qué escribir o si escribir de algo medianamente interesante. Podría elegir el tema de mi escritura al azar y ponerme a escribir de ese tema pero no lo voy a hacer. No sé si escribir de algo universal que afecte a toda la Humanidad por igual o escribir de algo particular mío que pueda servir de ejemplo. Pero no me sale nada. Sí, voy a hablar de un partido político llamado Podemos que parece que ha desestabilizado el panorama político español pues le ha votado un millón de españoles y ha dejado en evidencia a los partidos mayoritarios españoles. Se le acusa a su jefe de filas de bolivarismo, de comunista y de dictatorial. Yo sólo sé que este fin de semana hablé con uno que le votó. Dijo que le votó por que haya libertad comercial y no monopolios. Yo no quise discutir. Allá cada cual.
Nunca he hecho consideración de este blog, para qué sirve realmente y si tiene alguna utilidad de carácter práctico o moral, qué consigo yo con ir escribiendo estas cosas que escribo en él. La verdad es que es como un desahogo verter ideas que me rondan por la cabeza. Yo no las comparto con nadie pues no sé quién las lee aparte de una prima del pueblo, un sobrino y pocas gentes más. Lo que pasa es que si yo tengo una manía, probable en cuanto tengo la mente proclive a las manías, las depresiones de ánimo o los berrinches pues lo escribo y quedo más a gusto aunque no al punto de que me libere totalmente de estos desajustes mentales que se me van como han venido si tengo una vida tranquila y aprovecho mi tiempo en mi interés y no interesándome por la vida de otros. Que yo coja manía a una persona no es entera culpa mía sino de mi estado mental. Escribiendo esas manías se me van pasando y ayuda a olvidarlas. Yo no quiero criticar a nadie pues nadie me ha hecho nada pero a veces ciertos comportamiento me crean manías.
Me acuerdo de que el año pasado me obsesioné con la idea de viajar aunque fuera modestamente. Como dice Unamuno en su novela "Niebla", se viaja por dos causas: deseo de conocer otros lugares u odio al lugar en el que se está. Insistía en mi mente ese año la idea de ir a Toledo, cosa que no hice pero no creo que lo motivara el amor a esa ciudad sino el odio a  Majadahonda, en la que yo vivía. Los autores del 98 viajaron frecuentemente  a Toledo porque veían en esa ciudad las esencias de España. Yo pensaba en Toledo por su cercanía y cuando lo tenía todo preparado para irme pensaba que qué iba a hacer yo allí solo sin nadie con quien hablar ni comentar lo que se viera allí y el calor que iba a pasar y otros inconvenientes con lo que no me lancé a ir. Lo que hice fue ir a Madrid varias veces pero sin nada calculado más que caminar al buen tun tun de lo que pronto me harté y también dejé de ir. Este año no deseo viajar y no lo hago. Quizás lo haga gracias a los libros.

martes, 24 de junio de 2014

No sé por qué, quizás porque una amiga me ha dicho que escribo muy bien después de leerse mi primera obra que pretende ser seria, creo que puedo escribir con soltura y crear novelas con cierta facilidad. Por lo menos me lo creo, estoy más seguro de mis posibilidades como escritor y sólo me falta mandar a un premio literario esta primera novela para ver si tiene el éxito que esta amiga ve en mi obra. Ahora estoy escribiendo otra que tiene menos acción y más reflexión pero me sale con mayor facilidad el escribirla. Quizás, a partir de ahora, ya haya encontrado otro oficio que reemplace al de profesor. Quizás pueda presumir otra vez de algo. La amiga a la que he dejado mi primera novela seria es una gran lectora. Ha leído "Rojo y negro", "Los miserables" y un montón de novelas actuales. Es alguien competente que por comparación, puede emitir un veredicto y su veredicto ha sido que es una novela la mía buenísima y yo un gran escritor. Ahora, un premio literario tendrá la última palabra.

lunes, 23 de junio de 2014

Ya viene el verano con sus zalamerías
de vida feliz y noches largas
mas no yo que perseguiré en los calores de agosto
a las Musas para preñarlas
y que den su poético fruto
hecho de dulces palabras
que canten los aconteceres nunca inventados
de unos personajes amables.
Yo, ante la pantalla del ordenador
me dejaré las pestañas
en horas amargas
para que surja la acción, las costumbres
y el oro de la fama
de las criaturas que están detrás del alma.
Siempre he procurado, junto con mi hermano gemelo, cuidar de mí mismo y de ser discreto. Quizá esta actitud me la hayan inculcado con su severidad de padres mayores, mis propios progenitores y en especial, mi madre que "nunca quería llamar la atención de nadie ni que se armara ningún escándalo por nuestra culpa". No recuerdo haber hecho en la vida nada notado por los demás en un sentido o en otro. Como decía Eugenio, el de los chistes, "me gusta pasar por esta vida en silencio". Cuidar de mí mismo ha supuesto, en una gran medida, buscarme un modo de vida que ha sido ser profesor hasta que no he podido más con el cargo. Mi cuerpo sabe de los madrugones que me costaba cruzar toda la comunidad de Madrid hasta el instituto que me encomendaban como interino, pues yo no conducía e iba siempre en transporte público. Las horas de tren que he pasado escribiendo o corrigiendo aún las siento en mi memoria como si fueran ayer. En fin, hay que saber vivir sin que nadie sepa que vives.
Pienso a menudo que España, desde siempre, desde sus inicios culturales e históricos, ha dado grandes humanistas, desde místicos y ascetas que hablaban con Dios a diario hasta escritores a los que les dolía España tal cual era. La ciencia, desde Descartes, parece que se ha aposentado más al Norte de España. No tenemos en España a un Newton o a un Darwin. Pero tenemos a Ramón y Cajal, que creo que ya es mucho. Se va a llevar a cabo en EEUU un estudio del cerebro sin parangón y lo va a dirigir un español que ha vivido prácticamente en la universidad de Columbia. Se llama Yuste y la tarea es cartografiar, por decirlo así, el cerebro humano. Cuando hayan acabado, este estudio tendrá repercusión en el tratamiento de la enfermedad mental y quizás se elimine tanta pastilla y se consiga un avance meritorio en la curación de enfermedades como el trastorno bipolar y la esquizofrenia, aunque hay otras muchas en las que el hombre no ha detectado aún cuál es el mecanismo que actúa en el cerebro para desestabilizar la vida de una persona que sufre estas enfermedades. Ojalá el espíritu de Cajal sobrevuele estas mentes que estudian la mente.
Por fin mi madre está en casa aunque la operan el viernes que viene por última vez. Se han acabado las idas y venidas al hospital para que no estuviera sola. Yo creo que sólo ha estado sola en el hospital los momentos en que mi hermano o yo nos fumábamos un cigarrillo a la entrada del hospital. Ahora ella está muy tranquila aunque tiene en mente la próxima operación. Una médica amiga mía me ha dicho que esas operaciones están asistidas por una técnica depurada y que los avances que se han hecho en este tipo de operaciones son muy grandes.
A propósito de fumar, he leído en el periódico a un señor que dirige un instituto avanzado de lucha contra el cáncer en Francia (Curie, se llama) que si los jóvenes dejáramos de fumar, contando con que yo fuera joven y pudiera incluirme, el 50 % de los cánceres no existirían. Pero el vicio del tabaco está impregnado en ciertos ámbitos de la sociedad y en ciertos espíritus como el mío y es difícil dejar de fumar. Yo lo tengo tan arraigado el vicio que plantearme dejar de fumar ya me cuesta trabajo.

viernes, 20 de junio de 2014

No escribo hoy los versos sostenidos
por una pluma dócil a la mano
sino que me salen sentimientos sometidos
a la dureza del vivir la vida mía.
No es que no tenga dentro de mi corazón
ideas y pensamientos dignos
sino que expresarlos me cuesta un montón.
Diría yo de los tigres de Persia y de los pájaros de Bankok
pero no digo más que de mi depresión
que me asalta por las mañanas
y por las tardes se diluye como el sol.
Diría yo de los cisnes del palacio de Versalles
pero no digo más que de mi situación
triste y oscura. Madre, dame tú tu bendición.
Hoy no se me ocurre nada, qué canción.

miércoles, 18 de junio de 2014

Las obsesiones o manías que me acompañaban últimamente van desapareciendo. No tengo molestias mentales provocadas por personas o hechos particulares de mi vida diaria. Ando más feliz, pues, con la cabeza más ligera de mierda obsesiva. Leí hace poco un artículo en el periódico sobre Julián Marías. Fue un filósofo español poco reconocido en nuestro propio país. Lo que más me llamó la atención de su obra es que llegó un momento de su vida en que se interesó sobre la persona. Mientras leía el artículo, yo pensé: ¿qué sería capaz yo de escribir sobre la persona? y ¿qué es la persona? Yo no sé nada de la persona, así, en singular y en sentido filosófico pero yo creo que debemos mantenernos como personas que somos hasta la muerte, no haber estado en manos de los gustos absurdos y de las modas para dejar de ser precisamente personas y convertirnos en unos maniquíes del Corte Inglés o del Carrefour. Eso es lo que sé de la persona. Nada más.
No tengo nada que contar. Las golondrinas sí que saben lo que hacen y lo hacen sin pensar. Yo pretendo mil cosas que nunca tendré. Yo también me conformo algunas veces con la vida que llevo y no me quejo porque, ¿para qué quejarse si no hay solución a tu vida, si la vida que deseas está muy lejos y es muy cara, si no sabes ni lo que quieres en muchos momentos y lo único que haces es tumbarte en el sillón hasta que venga una exigencia que te saque de él? Mi felicidad no consistiría en tener más dinero porque, ¿qué hago yo con un montón de dinero? Pongo un ejemplo: a mi alrededor no hay nadie con el que poder hablar de libros. Si yo tuviera a alguien con quién poder hablar de libros, ¿no sería yo ya más feliz? Mis aspiraciones son más intelectuales: acabar la otra novela que tengo empezada, leer y hablar de libros y de cosas precisamente intelectuales. Yo no quiero un yate ni quiero comer de lo mejor porque ya como de lo quiero y me gusta. Yo quiero eso, hablar de libros. En este país, más difícil que tener mucho dinero.
Mirar al futuro y verme viejo es todo uno
pero no sé si a viejo llegue con todo lo que fumo.
Si a viejo llego, 
llegaré con poca gente que me cuide.
Mi cuidado estará en no deshacerme
en una vejez que no es la mía.
Si pienso tanto en hacerme viejo
es porque viejo me haré sin duda alguna
si el cigarro no me mata prematuro.
Tengo miedo a fumar pero yo fumo
y voy llamando a la muerte con cada cigarrillo.
¿Si es ley y no castigo el morirse de viejo,
por qué temo morirme si nací mortal?
Más temo a los años que traen catástrofes
sin que nadie lo pueda remediar.
Bastarán los afanes de cada día
para hacernos más viejos y más solos.
Bastarán los días que pasan como hojas
para cansarnos y no ser quién éramos.
Pero durará el amor, ese amor que tengamos
a la tierra, al oficio,
al ser que está a nuestro lado
para que no todo se derrumbe
como carne que se pudre.
Bastará ser persona antes que títere
para no morir antes de tiempo.
Bastará aferrarse a uno mismo
para ser el de siempre con los años.
Bastará no perderse cuando viejo
para encontrarse joven cuando muere.

viernes, 13 de junio de 2014

Se me ha juntado lo del asado de la berenjena, de resonancias cervantinas, con lo dela selección, de resonancias resonantes. El tiqui taca, vamos, que a mí no me gusta mucho, es muy aburrido. Ahora voy a ver la segunda parte a ver si gana España y luego me voy a dar una vuelta por este viernes que ya no es como antes pero bueno, algo tendrá. Quiero acabar pronto esta reflexión porque ya ha empezado la segunda parte pero no me salen ideas que den lugar a una descripción de lo raro que ha sido este viernes de fregar y cocinar y llover y hacer sol. El caso es que tampoco escribo mucho estos días de atrás y lamento ser un escritor que no escribe pero que piensa mucho el arte de escribir. Me estoy leyendo en el hospital "la calle de las camelias", no la dama, la calle, que es de una autora catalana. La historia es de una pobrecilla que lo pasa muy mal con amantes y latrocinios y pobreza a raudales. No tiene padres y su vida es muy triste y parece casi verdadera de lo bien contada que está.
Ya he fregado la pila de cacharros del fregadero. Queda la segunda parte del contrato casero: unas berenjenas rellenas. La berenjena tiene resonancias quijotescas pues fue un tal Benengeli el que dictó a Cervantes el Quijote. ¡Qué obra! Por larga, casi nadie la lee. No sé cómo dicen que tiene tantas virtudes esta obra. A mí me dejó frío cuando la leí: sería que la leí en León, en casa de una prima y no había calefacción. Últimamente, los nombres de estos autores, Cervantes, Lope, Jovellanos, etc no me dejan más que un eco vacío. Me da que no hablan de mí ni de lo que me interesa aunque sean clásicos. En fin. Mientras fregaba ha caído un chaparrón primaveral la mar de bucólico. Parece que iba yo con Fantine, esa heroína huguesca pasando por valles llenos de verdor y la blusa le hacía una turgencia preciosa en los pechos, a la manera de la Mariette, como creo que se llama la que lideró a la plebe parisina en 1789 contra todo lo establecido. En fin. Voy otra vez a la cocina.
Me queda esta pequeña reflexión para irme a fregar y cocinar quizás porque es viernes. Hoy he leído en el periódico una breve historia de un pintor que es lo más en el mundo de la vanguardia pictórica del siglo XX. Me parece que su nombre es Braque y van a montar una exposición de este pintor en el Museo Grande de Bilbao. Empezó siguiendo los pasos de Matisse y cuando conoció a Picasso a través de Apollinaire, empezó a pintar cuadros cubistas. ¡Qué bonito conocer a Matisse, a Apollinaire y a Picasso! ¿A quién conozco yo? Este señor fue estudiando las formas y los colores toda su vida hasta alcanzar la maestría necesaria para ser un padre del cubismo. Y este señor, ¿no fregaba ni cocinaba nunca?, ¿no tenía que buscarse la vida trabajando? ¿Quién le iba a comprar esos cuadros tan raros? Este hombre siguió investigando pictóricamente la forma y muy pictóricamente casi se muere de hambre si no le ayudan sus amigos pintores. Pero bueno, vayamos al Guggemgein. Yo me voy a la cocina. Es lo que hay.
Picaba el sol de tormenta pero después solo han caído cuatro gotas. Por eso quizás los niños pequeños estén tan llorones. Mi máxima distracción últimamente es darme un baño de última hora, como las noticias de relumbrón. Me cuesta escribir estas notas vagas y son casi dolorosas de redactar pero hago un esfuerzo y cuento lo que me bulle por el alma que es bien poca cosa. La tarde está sosa como una verdura cocida mucho tiempo. La gente anda como sin ganas, atribulada por la inercia de la crisis o del calor. Siempre hay uno feliz que presume de su perro ante los amigos pero su felicidad suena muy hueca, como el culo de su perro. La tristeza nos invade cuando comprobamos que todo se repite para llegar a un final que nadie quiere. Es el acabamiento. Hasta que llega el acabamiento nos volvemos débiles, lloricas, tristes, enfermizos y solitarios. Es nuestro sino. Es nuestro acabamiento del que no nos podemos librar jamás. ¡Si Peter Pan nos asistiera en nuestra vejez! 
Ya he cambiado de ciudad cuatro veces en lo que va de semana, eso según el horóscopo. Sin embargo, he ido al supermercado y los escaparates siguen igual, anuncian las cosas tristemente. Me he tirado toda la mañana y parte de la tarde en el hospital, con mi madre y mi tía. A ver si dan pronto el alta a mi madre porque si no, vamos a acabar todos mal, sobre todo de la cabeza. Este viernes no todo es raro o aburrido aunque tengo que fregar un montón de platos y cubiertos y hacer acto seguido una berenjena rellena para mañana. Mañana, cuando me levante, haré comida para el domingo. ¿Cómo debe ser un viernes? Hace tiempo que no lo sé, todos los viernes vienen con una martingala tonta con que llenar el tiempo de mala manera. No hay viernes como los de antes; no hay antes, que es peor. Ya todo es diferente. Mi madre mala, no hay domingos en casa, no hay más que la cruda realidad de una cas llena de tareas inmundas.

lunes, 9 de junio de 2014

Ayer a mi hermano le dolía la rodilla. Dijo que ese síntoma anunciaba nubes. Hoy ya están aquí. Son nubes flojas que no tapan bien el cielo, son como jirones de algo roto; a lo mejor se le ha roto el alma a Dios y el viento lo trae a trozos tibios y susurrantes. Los pájaros cantan como si no fuera a haber mañana de lo fuerte que emiten sus trinos. El árbol de mi ventana tiene el honor de vestirse de hojas verdes como la dulce esperanza. Todos aguardamos el verano de calores asfixiantes que nos deje tumbados de tres a seis. El rey ha abdicado muy sublime, muy tranquilo mientras los geranios de la vecina lucen los hospitales de dolores y tibiezas propios de las cazuelas que borbotan un cocido junto al ventanuco de la cocina pero no hay que alarmarse: el viento unta las jorobas de los viejos para que las golondrinas pongan huevos azulinegros en las cornisas de los bemoles de dinosaurios ya desaparecidos para que todos comamos pringá y nos vayamos a hacer el pino a Despeñaperros mientras la guiri dice a pleno pulmón: camarrero, otra de cojonudos.
¿Qué diferencia hay entre crear una novela y crear un coche? Crear un coche tiene un sentido práctico inminente: sirve para transportarnos pero el coche exhala una poesía especial. Yo, por ejemplo, siempre deseo un feliz viaje en coche en buena compañía, haciendo un viaje. Me gusta tanto el viaje como el punto de llegada. A eso llamo yo la poesía automovilística no al enjambre de coches que pululan por la ciudad contaminando. Siempre he defendido y usado el transporte público para la ciudad. Hasta ahí el encanto del coche. ¿Es superior el encanto de la novela? No es superior ni inferior. Va en gustos. Hay gente que no se bajaría nunca de un coche y farda en él y es como un niño en una cuna. El coche le mece el ego, le acaricia, le anima a la conducción. Yo he leído mucho más que viajado. Yo me he mecido tras los renglones de las novelas, he viajado más que en un coche, he conocido gente a porrillo, me he visto envuelto en muchas situaciones de todo tipo gracias a la lectura. Pero noto que es un cliché comparar la lectura con un viaje. Pero seguiré leyendo, no cabe duda.
Ayer mismo escuché una entrevista que hacía Cristo Mejide (creo que se escribe así) a Luis Rojas Marcos, que se ha convertido en jefe de los servicios psiquiátricos de la ciudad de Nueva York. Yo conocía a este señor porque en los institutos había una lectura obligada del mismo. No recuerdo el título de la obra pero el psiquiatra andaluz trataba muchos temas de actualidad desde el punto de vista de su posible tratamiento. Rojas Marcos hablaba en este libro del aborto, de la violencia, de la masificación de las ciudades... Hablaba de una cosa de la que yo no había oído nunca: la anomia. La anomia es como si el individuo perdiera la identidad, la voluntad, perdiera su propia persona ante las circunstancias de la actualidad: masificación, soledad, falta de comunicación, etc. La entrevista fue muy buena y Rojas recordó su infancia, su "huida" a EEUU y contó la fuerte experiencia que le supuso dirigir los servicios sanitarios en el 11S. Dijo que mucha gente se quedó "tocada" psiquiátricamente después de ese suceso. Es un hombre amable, humilde y sencillo. Dice que hablar soluciona muchas cosas y alarga la vida. Hablemos, pues.

sábado, 7 de junio de 2014

No creo en lo que tengo
ni tampoco en lo que soy
Sé que de mi madre vengo
y a la muerte voy.
Por eso yo no escucho
lo que habla la gente,
la gente habla de cosas
que no valen mucho.
Ando mi camino
en silencio si puedo.
Lo ando contigo
pero me das miedo.
Yo voy solo en el mundo
con pocos amigos
porque muchos amigos
no es amor profundo.

viernes, 6 de junio de 2014

Se ha nublado el cielo como si Dios quisiera poner un borrón a la tarde. Ya se han perdido en el ayer unos días de mucho sol y mucho calor. Los trinos de los pájaros son más pausados, atendiendo al frescor de la atmósfera. No se sabe aún si han llegado las golondrinas pero las cigüeñas ya están haciendo sus nidos. Empezamos todos a intuir un verano seco y caluroso. Yo me tiendo en la cama casi toda la tarde mientras suena en la radio su música, sus entrevistas más rabiosas y sus noticias de política. Suena el saxofón en el piso de abajo. Me baño tan ricamente. Si notamos que la Unión Europea está pasando por un difícil momento, Saturnino sabe jugar muy bien al mus y de todo nos libramos a la sombra del sicomoro. Los árabes saludan al dictador de occidente como si las masas rabiasen un póker continuo de jugárselo todo a una paella que se cuece los domingos. Yo, ya digo, ya me he secado. Me pongo mi batín y mando al mayordomo: !aceitunas!

El que sufre por los demás, da; el que hace sufrir a los demás, destruye.

Quizás en un pueblo con mar
he sido alguien,
al lado de la arena pulida,
de frente a las olas tranquilas,
junto a mi  amor que quiero
y soñando el cielo que todos queremos.
Quizás ya no habrá pueblo con mar
nunca más
ni olas, ni arena 
que me devuelvan
la serenidad de no tener
horas en las que preocuparme
de los demás
como si fuera yo
el más tonto de los que andan sobre el asfalto.



jueves, 5 de junio de 2014

Acabo de escribir un folio y medio de una historia que estoy escribiendo que pasará a la posteridad de la historia de la literatura y ya me siento mejor. Poco a poco conseguiré, con mi esfuerzo imaginativo, que se me considere como un escritor cuyo nombre se verá impreso algún día en algún texto significativo. Por soñar que no quede. Yo seguiré escribiendo hasta que la industria editorial tenga a bien conciliarse con mis aventuras puestas en un papel. El genio es de pocos, el trabajo de muchos y hay genios que sin trabajo se quedaron en nada. He de esperar a mi hermano a que venga del hospital y a eso de las dos, coceré unas judías verdes con patatas y las aliñaré de modo conveniente para su deglución. La mañana se me está haciendo un poco larga; ni la radio, ni por supuesto la tele, que no he encendido, me distraen. Ahora escribo esto para que conste que mi trabajo sencillo delante de la hoja en blanco tiene lugar en cuanto me viene un pelín de inspiración. Queda dicho.

miércoles, 4 de junio de 2014

Voy a describir una actividad tediosa que he llevado a cabo estos tres días de junio: me levanto a las diez, desayuno, compro tabaco en el estanco y me voy al hospital. Allí me esperan mi padre, mi tía y mi madre, que es la enferma. Se va mi padre y me quedo con mi tía para toda la mañana. Mi madre ha soñado estas noches y ha pasado miedo por la oscuridad, la soledad del enfermo, etc así que tiene una cara cansada de las horas nocturnas en tensión. Después la cara se le va animando y charla conmigo y con mi tía. Mi tía se desvive por mi madre y la arropa, le alcanza pañuelos, le calienta una bolsa de agua, le da masajes y le unta con nivea la piel reseca. Así pasan unas horas hasta que yo me como un bocadillo en el bar porque tengo que aguantar hasta las tres de la tarde para irme. Entonces viene la comida del enfermo. Antes, en un primer ingreso, mi madre no comía y nos creaba angustia y preocupación a todos. Ahora come muy bien. Después de comer vienen unas enfermeras que suben a mi madre a la cama. Yo me tumbo en el sillón de la habitación y espero a las tres, que viene mi hermana. Me voy con mi tía, comemos tardísimo y luego escribo esto.
En el siglo XVIII existía la figura del petimetre, bien descrita por Cadalso, autor poco conocido que debería ser conocido por cualquier bachiller que se precie y por cualquier español que se precie que escribió las "Cartas marruecas" a imitación de otro ilustrado francés. El petimetre se levantaba tarde (cosa que no le critico pues yo lo hago), se vestía de largo e iba al café a dar voces sobre política (ahora es sobre fútbol), galanteaba con mujeres casadas y sin casar y las llevaba a su casa a disfrutarlas. Nunca tenía dinero porque se lo gastaba en vestir, en beber por la noche con otros rufianes como él. No trabajaba porque vivía de rentas acumuladas pero le durarían poco por el tren de vida que llevaba. Acababa pidiendo a la puerta de una iglesia o así lo quiero yo aunque Cadalso solo pinte un día de su vida. Con el correr de los años seguro que Cadalso lo vería a la puerta de la iglesia y diría: aquí, un mendigo, otrora petimetre. Cuánto petimetre hay en España.
Me dice el horóscopo que surge ante mí una etapa de esplendor, de felicidad a espuertas y que nada ni nadie va a ser capaz de quitarme la ilusión de vivir esa época dorada de mi vida. Pero yo voy a ser más listo y ante manifestaciones tales de euforia para mi futuro, pienso aburrirme como siempre, estar triste, aliarme con Plutón si fuera necesario para no dar pie a un engaño. Mi vida no es un lecho de rosas ni tampoco una explosión de alegría así que no me voy a creer el horóscopo, seguiré creyendo que mi vida es tan oscura y gris como una puta oficina, seguiré creyendo que mi vida es como yo quiera que sea no como lo diga el horóscopo que solo leo para entretener un par de minutos al día y como yo puedo realmente poco sobre mi vida, mi vida va a ser sencilla, aburrida, casi maloliente. Dejaré a otros que disfruten de sus camisas de 200 euros, sus cubatas de 15 euros y su vida desfasada como la de el fantasma de Canterville que ni era fantasma ni de Canterville.

martes, 3 de junio de 2014

Los que visten de marca y no tienen dinero, tienen un problema: se les ve las costuras. De hilo rojo infinito. Y claro, allá donde vayan y otros sí que tengan para pagar ese cocodrilo divino de la muerte, van haciendo el ridículo. Y es que si eres de una clase social que no da para cocodrilo estupendo de morirse al contemplarlo, no hagas que la gente piense que eres de otra clase social porque luego no eres ni de una ni de otra: eres un puro experimento y el cocodrilo juega contigo y con tu dinero y con tu personalidad que se va atrofiando de manera que acabas irreconocible para los demás. El consejo que daría a todos estos que van tocando el clarín del quiero y no puedo es que dejaran de intentar jugar con el cocodrilo porque no son gente del cocodrilo, o sea, de pasta. El cocodrilo come mucho dinero y también el Corte Inglés. Si para vestirte en el Corte Inglés necesitas mil euros más vale que te cortes el pito antes de ridiculizar en plena calle.
Junio ha venido con sus calores y sus colores. Mi niña Lola, mi niña Lola, se le sube a la cara el color de la amapola. Dulces trinos me despiertan por la mañana, el sol brilla como nunca. Dormir toda la tarde sería un acierto para vivir las noches juninas, todas llenas de gatos maullando por las calles, un tibio airecillo colándose por la camisa, las calles desiertas, toda la noche en la calle esperando a que salga el sol, llegará el nuevo día y yo no me daré ni cuenta. El nuevo día es un concepto político, de política futurista: nadie pasará hambre (sólo el que quiera) y todo lo harán las máquinas. Isaac Asimov ya predijo que las máquinas nos dominarán porque empezarán a pensar ellas solas. Ay, el día que las máquinas empiecen a pensar ellas solas. Ya no habrá amapolas sino imágenes de amapolas y un montón de fotos asquerosas que enseñar a las abuelas. Pero, ¿habrá abuelas cuando las máquinas empiecen a pensar por sí mismas? Esa es la cuestión y no otra.
Hay personas que visten con 600 euros o más, van a La Latina, beben muchos licores que cuestan mucho y luego no tienen dinero. Es normal. Ellos no, ellos, los que van fardando continuamente de su propia estupidez, no son normales. Les falta un hervor. El hervor último de la madurez. Son gente que se aproxima a la cuarentena y no la ven venir, que deberían ahorrar para un futuro incierto y no lo hacen, son gente que van de yuppies pero no lo son, que no tienen dinero pero hacen como si lo tuvieran, que son antipáticos pero luego quieren ser apreciados; en fin: que son tontos pero ni se dan cuenta. Es el problema de la autocomplacencia: se miran en el espejo lo guapos que son y salen a la calle midiéndolo todo con su persona. Los errores que cometen les hacen ser cada vez más discutidos pero ellos, como si nada; son incapaces del autoanálisis, son incapaces de discernir en qué consisten sus vidas. Son gente que quiere ser "in" sin tener capacidad (dinero) de ser "in": un quiero y no puedo constante.
Todos en general debemos hacer un esfuerzo diario para ser normales. Lo digo muy en serio. Yo conozco personas que han hecho  un esfuerzo (creo que para ser así hay que hacer un esfuerzo) para comportarse anormalmente con su familia, con los conocidos, etc. Solo se comportaban como bestias (bestias normales) con sus amigos de farra. Repito: hay que ser normales. Ser normales para mí significa dirigirse por la razón y la virtud (cosas que les debe faltar a esas personas que nombro), no por vicios e instintos primarios. Cuando uno se dirige por la razón, consigue ser amable, cariñoso, no le cuesta nada y la virtud le ayuda a no desear el fin de semana como un poseso demonio de mierda que desea cubata tras cubata. La razón y la virtud son grandes aliados para pasar por esta vida como una persona que sabía estar en cada momento, era agradecido con quien debía y no perdía el culo por el alcohol, la puta fiesta o la fiesta puta y todo lo que hay en la estúpida noche de Madrid llena de cocodrilos infames.
Entre las personas que van a su bola, por lo menos saludan pero solo para que no les digan algo, estas lentejas de martes y jueves, este hospital de todos los días, esta gente incomprensible que no es normal, que va de algo que yo no sé, estos escritos que se quedan sin continuar, esta aventura triste de levantarse cada mañana, estos cotillas que, claro, quieren saberlo todo de ti, este calor desde por la mañana temprano, este no estar en familia como antes, esta paella hecha de repente y con prisas y el gilipollas de turno que ambiciona ser alguien importante a base de minusvalorar a los demás, mi cabeza da vueltas sin ningún sentido buscando el sentido a unos comportamientos que nunca entenderé. Es que son jóvenes. Y una leche. Lo que son es viciosos, borrachos y no tienen nunca una perra. Lloran por el dinero, quieren dinero, aman más al dinero que a cualquier persona en el mundo porque el dinero les ofrecería la fiesta sin fin que ellos desean siempre. Son personas que quieren parecerse a los personajes de papel cuché. No valen pa ná

lunes, 2 de junio de 2014

Si nos pudiésemos librar de los juicios, de los consejos de los demás
y de ese tipo tan pesado que nos ve en todas partes...
Si nos pudiésemos librar de afeitarnos, vestirnos elegantemente
e ir a la moda...
Si nos pudiésemos librar de estar siempre aquí, de esa llamada telefónica, de no ver el mar cuando quisiéramos...
viviríamos más felices, masticaríamos más despacio, los pájaros nos harían gracia al fijar la vista detenidamente en ellos.
Sonreiríamos más, nuestra piel se estiraría al sol de la intemperie, nuestro sexo resurgiría a la desnudez de la luna.
Nuestro dinero valdría más pues lo gastaríamos con mayor gana que no tirarlo en coches y televisiones gigantescas y absurdas.
Yo, en particular, no haría nada más que gastar el tiempo en cosas que me gustaran, no en lo que me dicen viejos tratados con dos piernas y la cabeza loca.
Como ha empezado junio hace un día, voy a hacer un resumen de lo acontecido en el año, a ver si me sale: En enero no paso gran cosa más que dejamos un año atrás más bien triste y unas navidades para olvidar. En febrero murió mi hermano mayor, llenándonos de más tristeza. Yo empecé a ir a las clases de ficción norteamericana y lo pasé bien charlando en debates sobre literatura hasta que se puso mala mi madre a principios de abril. Entonces empezó el trasiego de ir y venir al hospital hasta ahora. Acabé mi novela "La africana" allá por finales de abril. Fui a una boda nocturna, de un primo. Hoy por hoy no encuentro el ritmo de escritura suficiente para ir llenando folios de una futura novela que tengo empezada, pero tengo ideas buenas para ella. Creo que esta novela tiene una idea novedosa y la voy a poner por escrito como sea. Dejé de ir definitivamente a un bar a contar a un amigo ya perdido todos los pormenores de mi vida (lo que hace el aburrimiento). Ahora me tumbo a echar la siesta y acudo a otro bar yo solo y espero no encontrar más amigos cotillas y metomentodos. Paso las mañanas en el hospital y las tardes en casa leyendo o escribiendo lo que puedo. A ver si someto mi novela al jurado de un premio literario tras ponerla a mi nombre.