Hay sentimientos oscuros que nos acompañan a lo largo de todo el día, sin dejar que disfrutemos del momento, atormentándonos dolorosamente.
La casa está sucia cuando te levantas por la mañana y la luz del sol arroja visibilidad a los rincones, no debiste decirle eso a tu amigo, no tuviste que emborracharte hasta el punto de perder el control, qué pensarán de ti, estás solo y aburrido, hay que hacer algo para evitar esta monotonía vital que te asedia ya de forma inquietante.
Y luego piensas en el montón de cigarrillos que fumaste ayer y todos los males que provoca el tabaco, que conoces más de un caso en el que ha habido que operar. Y la boca pastosa y la garganta irritada te provocan un resquemor y ganas de dejarlo hasta que desayunas y otra vez a la carga, el primero qué bien sabe.
Y así pasas el día recordándote errores cometidos, metiéndote en el barro de tu propia desesperación y viendo que eres un poco mierda, un poco inconsistente, un poco torpe para la vida que te acosa como a un animal asustadizo.
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