Por el puto calor, de tres a seis de la tarde, la casa está cerrada, las calles intransitables. Parece que estamos en el Sáhara. Menuda mierda. No le entran ganas a uno ni de leer ni de escribir esto que estoy escribiendo. Luego habrá algún listo que diga que no hay cambio climático. Estas temperaturas son insufribles en esta primavera anodina y terrible. El verano se va a hacer muy largo, muy largo por el maldito calor. Ojalá, a esos que niegan el cambio climático les cayera encima el poder de los rayos del sol, en pleno cogote y les hiciera ver que sí, que sí hay cambio climático y de los grandes. Ahora se estaría bien en un sitio como el Puerto de Navacerrada pero no tengo quién me lleve hasta allí. Menos aún hay dispuesto a atravesar toda la península y llevarme al fresquito del Atlántico en Cádiz o al fresco de Asturias. Habrá que conformarse de cualquier manera con este turbión de calor inmenso en esta ladera de la meseta, a este paisaje de antenas y de cables absurdo, a este misterio climático que da pena.
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