Me lo pasé bien en El Escorial porque hacía mucho tiempo que no iba. Lo mejor fue el paseo y las risas y el recuerdo de tiempos quizá mejores. Aunque ya llevo años en que la felicidad no termina de asentarse en mi vida. Vivo en el planeta de los serios, en un mundo en el que no hay ni una alegría, ningún acontecimiento festivo, ningún motivo para reír.
Leer, escribir son mis grandes ocupaciones y estas actividades no dan para llevarte un alegrón sino ir poco a poco, adustamente, acercándose a un objetivo lejano que no se sabe ni siquiera si es bueno.
El viernes me voy al pueblo y la verdad, tengo ganas porque así cambiaré de aires, veré otra realidad, la de la gente que también se pasa el tiempo duramente en una localidad rural.
Visto así, no sé qué tiene de atractivo el pueblo pero la gente me comunica otra realidad, otro modo de ver las cosas.
La vida se va amontonando año tras año y no sabemos bien que nos aguarda en un año de esos: quizá la felicidad nos aguarde entre diciembre y enero de un año de esos.
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