Ayer por fin llovió en abundancia, como yo quería. Cayó agua desde las seis hasta casi las siete. Hemos de conformarnos con estas cantidades. Una maravilla, sin embargo. La última a la que he asistido. Luego, durante lo que restó de tarde y noche, no tuve conciencia de que era viernes. No sé lo qué es viernes porque no trabajo. No estoy cansado los viernes ni tampoco deseando descansar. Hoy sábado, sin embargo, me he levantado tarde y he comido a las cuatro. Tengo que leerme "Fausto" de Goethe, "La voluntad" de Azorín e "Hijos de la Mar", de un tal Feijoo, licenciado en Filología Gallega y por lo visto, escritor.
A Azorín le gustaba Montaigne y los hermanos Goncourt, que eran narradores de sensaciones.
Azorín se enfada porque le gusta Justina pero el cura del lugar ve esa unión desaconsejable.
"Fausto" me está gustando pero todavía no sé decir por qué.
La vida aglomera momentos todos iguales que van pasando como hermanos gemelos aburridos que estuvieran los dos haciendo lo mismo siempre. Qué lata. Hoy iría a Madrid pero me da mucha pereza. Y además, ¿a qué iría hoy a Madrid?
La lectura te sumerge. No te ahogues.
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