No me gusta el verano. Se pasa excesivo calor con lo de la ola u olas, se hace siempre lo mismo, se desespera uno de hacer siempre lo mismo, se deprime porque no sabe uno vivir la vida. Escribo aquí que no me gusta el verano porque no me sé recetas de verano proteínicas y buenas, porque no tengo amigos con los que charlar o hacer otra cosa interesante, no me voy a ningún sitio, ni siquiera a Toledo, como estaba previsto. Tampoco sé eso del parapente ni del surfismo. No me monto en ningún avión que me lleve lejos. Ni siquiera me monto en el cercanías para que me lleve cerca.
Qué triste es la vida en verano aunque luzca mucho el sol. El campo está arrasado y seco desde mayo. El campo ya no aguanta el sobrecalientamiento del planeta. Se agosta en mayo. En mayo ya hace tanta calor como lo haría antes en junio o julio y en julio hace tanto calor que da asco vivir. En fin, yo soy un enfermo y un enfermo tiene sus limitaciones. Los enfermos tenemos miedo de perder la salud y encontrarnos solos en alguna capital asiática o haciendo parapentismo por el mar. Los enfermos no sabemos vivir la vida tuti plei. Nos da miedo vivir la vida. Qué le vamos a hacer.
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