El otro día leí en un libro: "limítate para ser feliz". ¿Acaso no se es feliz tumbado en la bañera, que ya es un gasto, en las horas de calor nocturnas o diurnas, con una cerveza y un cigarrito, limitado a los estrictos límites de tu propio cuarto de baño? ¿Por qué gastar lo que no tienes, esa flaqueza que te hace infeliz porque luego nunca tienes dinero, en Latinas y otros engendros carísimos que engendra Madrid o una playa en la que todo cuesta a millón? Por eso hay que limitarse, limitarse a lo que uno dispone. Y no somos ricos.
Yo comprendo a mentes que se sienten limitadas, que se sienten atrapadas en su triste realidad, que viven sufriendo, que quieren ser como Leonardo di Caprio, Alejandro Lecquio u otro famoso que tira de chequera en cuanto llega a puerto pero no caen del burro en que van montados como pobres curritos que son. Limítate para que todo te llegue adonde te tiene que llegar, limítate para que seas más libre porque solo los que pueden se expanden, limítate porque a lo mejor un día son otras circunstancias las que te limitarán y no tu voluntad.
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