No bien la rosada aurora tocaba el cielo con sus dedos y los pájaros cantaban sus notas melodiosas sujetos a las altas ramas de los árboles... No , así no. El sol salía para todos y todos estaban en la misma línea. Así amanecemos todos los días en casa los que nos quedamos en ella y solo un rayo de luz que pasa por la ventana nos despierta. Luego, a ver la tele cómo ha ido este día la desventurada cifra de muertos (ancianos casi todos, ancianos me los imagino desorientados en su última hora. Recemos por ellos y por que pronto el número de infectados se vaya reduciendo y así poder estos ancianos tener una atención como les corresponde), nos asomamos a internet a ver cómo va la gestión de la crisis, cómo los sanitarios luchan contra el virus como buenos profesionales que son, nos aburrimos a ciertas horas, salimos a aplaudir a esos sanitarios, cenamos y nos acostamos con la esperanza de que esto vaya disminuyendo, que rija cierta lógica en lo que se hace, que cada vez haya menos sufrimiento, que haya menos muertos, que los contagiados sean los menos que ayer y que todo el mundo obre con verdad, con coherencia y con caridad.
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