Con este asunto del coronavirus me he dado cuenta de que la vida puede estar más limitada de lo que imaginaba yo. Mira que yo pensaba que mi vida no salía de un circuito aburrido de horas que pasaban iguales unas a otras. Cuando escribo, creo personajes a los que le pasa esta circunstancia: que su presente es muy repetitivo y falto de interés. Lo que sucede es que a mis personajes sí les cambia la vida de una manera u otra (porque si no, no habría conflicto o historia) pero mi persona no sale de ese círculo triste del día a día contemplando los mismos paisajes (si se pueden llamar paisajes a una serie de puntos urbanos repetidos) y creo que la creación literaria me sirve para romper esa rutina o para olvidarme de esa rutina al crear una historia.
Pero mira por dónde, veo que aún se puede limitar ese circuito cerrado con el decreto de estado de alarma y la confinación de que soy víctima.
Yo me lamento muy interiormente de que no viajo, de que no conozco gente ni cosas nuevas, de que no salgo de Majadahonda, etc. pero me voy dando cuenta de que es así el paso del tiempo o de que el paso del tiempo se manifiesta así en algunas personas: te vas confinando a una serie de lugares, de personas y de actos.
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