Solo sé que no sé nada, decía el sabio Sócrates. Y es que, cuando lo pensamos, por mucho que sepamos, es imposible saberlo todo y además, ignoramos la mayoría de las cosas. Además, en algunas ocasiones, no tenemos la comprensión siquiera de las cosas que nos rodean. Así, entre la ignorancia y la incomprensión, caemos en situaciones malas porque no estamos prevenidos por nuestra inteligencia ni por nuestra sabiduría. Estos días estoy como deprimido, me levanto y todo me cuesta un montón. Mi autoestima viene de saber escribir y practicar un poco la escritura pero no lo hago y luego sufro la consecuencia de sentirme mal. Porque es lo único válido que puedo hacer, escribir. Si no, mi vida es hacer cosas prácticas pero que no me elevan a ninguna categoría como persona. Hoy me he impuesto a mí mismo hacer cosas para vencer la atonía o depresión que me embargaba: he limpiado al pájaro, he limpiado el cuarto de baño, he hecho la comida, he escrito una historia que no me convence mucho pero he estado una hora enfrente del folio en blanco tratando de inventar algo. Luego de comer, me he tumbado pero no he podido dormir pensando en historias para escribir y se me ha ocurrido una y la voy a escribir ahora a ver qué tal me sale. La vida, como dice Ortega y Gasset, es imponernos algo frente al destino que tenemos. Si no nos impusiéramos algo que hacer seríamos como el aula en el que falta el profesor y todos nos ponemos a hacer la cabra.
Me ha pasado que ante la perfección de esa novela de García Márquez yo me he sentido muy pobre como escritor pero luego he comprobado que esa novela tiene también mucho tedio encima y mucho aburrimiento. La verdad es que la técnica es buena pero el tema (todo el rato el amor) consigue aburrir bastante.
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