No creo que vuelva a escribir de política en este blog. Esa hidra de dos mil cabezas tan repugnante no merece mi tiempo ni mi preocupación. Me referiré a ella veladamente y sin menos ganas.
Por las mañanas, me levanto con los lacrimales saturados, a punto de desahogarse sobre mi mejilla pero luego, por las tardes me invade una tranquilidad muy bien recibida en mi ánimo, después de pasear y matar mi angustia paso tras paso.
La vida es como un kilo de mostaza al que a alguien le diera por soplar en tus narices: a la fuerza has de llorar, externa o internamente. Si es externamente, no des la brasa a nadie o alguien te echará de lado.
Aquí no hay más cera que la que arde. Los que quieran cera de la que no arde, andan descaminados y faltos de sentido. Pero quizás haya que aguantarlos porque así lo quiere el pueblo soberano.
Yo me aguanto, tú te aguantas y otros viven bien porque nosotros nos aguantamos.
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