Pareciera que para el impenitente lector de la Biblioteca de Londres la sociedad constituyera un problema de álgebra: multiplicas, divides, sumas, restas todo lo que sobra et voilá, el paraíso terrrenal, la utopía hecha carne. Para el consumidor burgués de cocaína que miró al hombre en su oscuridad, la sociedad es un engendro lleno de asombrosas montruosidades. Para el crucificado por excelencia, la gente tenía que estar atenta a otro mundo que nos esperaba más allá de este.
Todo tiene su rito. Todo tiene su explicación aunque no la veamos de antemano. Y todo tiene un origen que podría explicar eso que no entendemos. Pero que no nos quieran meter explicaciones como cuñas, a base de apretar y apretar.
Todo es un misterio, también se puede decir. Ocurren muchas cosas en el mundo al mismo tiempo y es difícil entenderlas todas a la vez. Pero no seamos tozudos en nuestro proselitismo de mierda, por favor. Como dijo Unamuno: se vence pero no se convence la mayoría de las veces.
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