Ayer hizo un día estupendo y estuve muy contento casi todo el día. A ver si hoy pasa lo mismo. El pajarito ya canta en su jaula y el sol se levanta ya muy de mañana. La vida es grácil cuando el corazón la siente así: ligera como un vientecillo alegre. La luz es inmensa estos días de invierno, es como un fanal que alumbrara la vida de modo generoso. Los diálogos son fructíferos, la gente tiene ganas de hablar. Los cigarrillos saben muy bien, después de comer y en la charla amena ante el televisor.
No hay dudas, solo se vive. La muerte es de títere, un títere lejano que no hace daño. El amor se reparte como el pan a mediodía.
El pajarito sigue cantando unas notas fuertes, de una constancia simpática y contagiosa. Si yo fuera pájaro, también cantaría así a los otros pájaros un día como hoy.
Dan ganas de comunicarse, de contarle al vecino que se está feliz, no hay pudor, no hay barreras que maten las ganas de contar y de decir. La lengua se dispara porque la dispara el corazón que está alegre, satisfecho de vivir un día como hoy.
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