Me estoy leyendo otra vez una de Galdós. Esta vez es un ciclo dedicado a un prestamista llamado Torquemada. Este Torquemada no tiene ni un átomo de piedad por sus deudores, no le sale de su cabeza perdonar ni un céntimo. Pero en un capítulo conoce a tres hermanos, dos hermanas y un hermano ciego que viven en extrema pobreza pero con una dignidad y una limpieza y un orden que asombran a este hombre creyendo ver en ese estado de pobreza digna y ordenada una Biblia del saberse conducir en la vida en situaciones extremas.
A Torquemada se le muere un hijo que sería el asombro del mundo matemático. Pero se rehace. Se transforma al conocer a Fidela, la hermana menor, la Águila menor, como la apellida Galdós, de esa casa del misterio de estirar la peseta. Pero a mí lo que me alucina es el modo de narrar de Galdós, que para mí no tiene igual. Ni el escritor más escritor del mundo actual tiene parangón con el canario. Galdós cuenta con tantos registros idomáticos como tiene la lengua española y aún más. Escribe de una manera que te mete por los ojos personajes, situaciones, sentimientos y un largo etcétera de peripecias humanas. Galdós conocía tan bien a los hombres y al lenguaje que podría narrar el fin del mundo punto por punto. Galdós es el número uno de los escritores españoles. Los demás, a la cola.
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