Para el puente de Todos los Santos, fuimos al pueblo. Yo, en cuanto llegué, me fui a dar una pequeña caminata por un camino. Iba yo andando y notando la sequedad del páramo castellano. A mis pies saltaron saltamontes y vi ciempiés. Me recordaron estos animalitos un dicho de mi madre, que decía al que la entorpecía: "pareces un ciempiés". Ya no se lo he vuelto a oír. Hay muchas cosas que ya no he vuelto oír decir a mi madre, con lo decidora que es. Por el camino, había tierra labrada y la que estaba sin labrar, daba un aspecto arenoso y seco, como acabada, muy reseca. Noté enseguida los efectos de una sequía prolongada. Casi tengo que sacar la cantimplora. Seguí andando y un viento que se levantó me oreó las sienes y me dejó despierto. No había más que cardos secos y la hierba, que quería crecer, solo lo hacía de forma rala, pegada al terrreno. Me fumé un cigarro al borde del camino y me di la vuelta por donde había venido. El campo está seco.La lluvia no hace su aparición, su bendita aparición.
Si la naturaleza no es de tu gusto, quédate en casa.
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