Aunque no ha habido muchas lucecitas en esta Navidad, en la terraza que da a la ventana de mi habitación, en una urbanización cercana, ponen unas luces que en vez de simbolizar Navidad parece una tómbola el juego de luces verdes, azules y amarillas que cuelgan de esa terraza. Váyase lo uno por lo otro. En mi casa somos laicos: no hay ni un símbolo de la Navidad sino es por mi hermano Paco, que es un santo incomprendido.
Bueno, así que así va la Navidad, sin luces. Y es mejor así, así no me agobia el consumismo de estas fechas ni la torpe exhibición de signos y símbolos que esconden un poco de hipocresía en la gente.
Antes, en anteriores Navidades, todo era El Corte Inglés por aquí y El Corte Inglés por allá. Que se juntaba gente en Princesa de todas las comunidades autónomas a hacer gasto, qué pesados, lo llenaban todo de acentos del sur y del norte en una ambición de derroche y disipación. ¿No nació Cristo en un pesebre? Pues sigamos su ejemplo pobre, coño, que cuesta menos y no llenemos la ciudad de luces, de árboles y demás historias que no vienen a cuento. Si das una limosna, que no se note que la das.
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