Ya he dicho que los minutos se alargan como la efervescencia de un detergente de oferta. Ya he dicho que las horas también se alargan mucho, como un dolor de muelas. Me pueden salvar de este marasmo solitario mis amigos de Colón o pueden estar ellos como yo, hechos polvo y contando también los minutos que pasan como horas. La vida te da sorpresas, decía la prostituta a Pedro Navaja, después de pegarle un tiro en mitad del pecho. La vida da sorpresas y una sorpresa es que la vida se alargue como un puto chicle mascado por miles y miles de niños, un chicle inmenso como un peñón de grande. Si yo pudiera poner remedio a este aburrimiento mortal, lo haría. Pero parece que no puedo.
No voy a coger un autobús yo solo
e irme a Valencia.
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