Llevaba yo toda la mañana de exámenes de oposición y nos dieron unas horas hasta el examen de la tarde. No me acuerdo del barrio donde nos examinamos pero recuerdo ir a un supermercado para hacerme un bocadillo y me senté en un banco. Entonces vino una señora con un perro. Y me miró. Y, cuando acabé el bocadillo, me dijo de sopetón: ¿tú eres católico? Y yo, como quería hablar, dije que sí. A lo mejor ser católico era la premisa para ponerse a hablar conmigo, como así fue. Y me dijo después: esta vida es muy triste, ¿verdad? Hay que aguantar a gente indeseable, comer todos los días, vestirse, hacer el paripé de que vivimos bien, etc. ¿Usted-me dijo-no ha pensado en lo bien que se está en el cielo? No - contesté-. No lo he pensado. Y ella replicó: allí se está en la gloria. ¿Y qué es la gloria?, pregunté. Y dijo ella: estar al lado de Dios.
La gloria divina.
¿No será a lo que aspiramos todos sin darnos cuenta?
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