En agosto se exacerban los sentimientos. Menos mal que el sábado voy a comer sardinas. Huelen mucho las sardinas después de hacerlas a la plancha. Compraré seis sardinas. Dejaré dos para cenar. Si son grandes. Y ese sábado iré a la glorieta de Quevedo, a ver qué hay allí. Y pasearé hasta Alberto Aguilera y luego, salgo ya a la Princesa. Y el autobús me traerá a buena marcha pues la caravana de los borregos ya habrá pasado. Me limpiará las sardinas el pescadero, que es lo bueno de todo. Y no creo que haya mucha gente en la pescadería. Solo yo y alguna ama de casa correligionaria.
Las horas pasan y pasan.
Eso no lo evita nadie.