Me está pasando lo que creo que pasa a los que llegan a la cuarentena y no se han casado o se han divorciado: su horizonte vital se ve reducido porque no tienen amigos, añoran una realidad del pasado en la que podían contar sus inquietudes y sus logros ante una audiencia que les hacía caso. Ya no hay nada de eso. Hemos perdido todos los amigos porque estos sí se han casado y tienen un proyecto futuro alejado de nosotros y además, es muy difícil hacer amigos llegada una edad. Entonces, hay que lidiar con la soledad impuesta, con la soledad que se ha ido almacenando con los años de perder amigos que forman parte de un pasado o un presente en el que no se puede contar con ellos. Hay que vivir solo porque quizás ya hemos perdido a nuestros padres, nuestros hermanos ya no están en nuestra órbita vital y los posibles amigos están en un limbo llamado internet al que no acudimos por desconfianza o por miedo. Repito: toca ser robinsones de la ciudad o el pueblo donde vivamos. Algunas conversaciones casuales nos hacen aterrizar en el mundo por unos momentos. Conversaciones con vecinos, con familiares etc. pero no nos ofrecen esas conversaciones la alegría que nos ofrecían aquellas del instituto, la universidad, el trabajo aquel que desempeñamos hace tiempo.
¿Qué hacer? Creo que debemos adueñarnos de nuestra soledad, hacerla nuestra y exprimir lo que tenga de bueno. El buey suelto, bien se lame, dice el refrán. Hagamos lo que nos dé la gana pues nadie va a pedirnos explicaciones de nuestra conducta. Pasémoslo bien aunque no tengamos un público que nos halague y nos diga que buenos somos. Practiquemos cosas sencillas como dar un paseo, hacer fotos, escribir, ir a Madrid... Sorprendámonos a nosotros mismos haciendo cosas valiosas como una novela. Organicemos nuestro tiempo como queramos y saquemos provecho de él. La soledad favorece el pensamiento y cuanto más pienses, más ideas vas a sacar para hacer y divertirte. Y, que no se me olvide, si no puedes reír, al menos sonríe.
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