Me cuesta escribir porque la vida me ofrece pocas experiencias sobre las que hacerlo pero la pura rutina es motivo también de escritura. Me levanto con el mismo horizonte que ayer en lontananza vital. Haré lo mismo hoy que ayer y que antes de ayer.
Pero bueno, no vamos a dramatizar sobre un hecho normal porque todo el mundo hace las mismas cosas todos los días y no pone el grito en el cielo. A mí me gustaría viajar aunque fuese solo un poquito y lo pudiera hacer solo pero no lo hago. Una pereza inmensa me tiene reducido como la cabeza jibarizada de un explorador, a un territorio conocido y áspero como la piel de una serpiente.
Insisto: si no me muevo es porque no quiero o porque hago pereza, no porque no quiera. Ahí está Madrid con sus encantos o la sierra, con sus aromas de plantas silvestres. Puedo hacerlo todo, puedo pasarlo bien y no lo hago. ¿Por qué? Solo porque soy un pusilánime sin perdón.
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