En una democracia, hay que confiar en el ciudadano. Pero al ciudadano le da por montar repúblicas o por romper farolas o por poner bombas. En una democracia, el ciudadano debe ser instruido, así respetará mejor las leyes. Cicerón dijo que para ser libres, debemos ser esclavos de las leyes. Yo desconfío de los ciudadanos que no llegan al bachillerato y tienen una inmensa oferta de consumo que no llegarán a satisfacer porque tendrán bajos sueldos. Desconfío del presidente que diga que España es un hecho discutido y discutible. Es el mayor de los hijos de puta que puede encontrar una nación, el que la discute. Estos engendros políticos que nos hemos tragado, como los gobiernos imbéciles, han hecho posible, tiempo después, estos otros desvaríos de repúblicas.
Estos gobiernos de la ocurrencia han formado una excusa en la ciudadanía para hacer las cosas mal y decir que todo es válido. Una excusa ambiental para decir: todo el mundo es tonto y malo. ¿Por qué no puedo serlo yo?
Hijos de puta han gobernado pendientes de una fotografía y ahora tenemos esto y una posible repetición de otro gobierno imbécil.
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