Me estoy leyendo "La isla del día antes" de Umberto Eco. Es bastante barroca. Es historicista. Está bastante bien. Es la historia de un náufrago. Yo también naufrago un poco en este mundo de Dios. Mientras todo se agita a mi alrededor sin pensárselo, me siento pensativo y neurótico.
He leído en la prensa que todo el mundo tiene un objetivo que seguir. Por supuesto, yo tengo el mío aunque esté un poco difuminado.
Tengo una historia que transcribir. Esta historia está escrita a mano y la tengo que pasar al ordenador. Es la historia de mi vida. Espero pasarlo bien escribiéndola, retocándola, ampliándola. Son mis años de profesor. No sé a quién interesará. Por ahora, me interesa a mí.
Seguro que las calles de Madrid bullen de gente que compra y anda de aquí para allá. Tengo que hacer un arroz con conejo.
Hay que luchar cada día para ganarse el pan o las horas, para que no se apelmace la vida de tal manera que no se pueda masticar.
He perdido mi discurso largo de pensamiento abarcador pero me queda el recurso de ir diciendo lo que pienso en frases cortas, con cierto sentido.
Dice Umberto Eco en esa obra que he citado: para sobrevivir, hay que contar historias. Hay que tener una historia que contar aunque esa historia le suceda a otros.
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