Cuando no se tienen claras las cosas a la hora de ejecutar algo que podría redundar en nuestro bien; cuando la tarea es inmensa y no sabemos por donde tirar; cuando no se sabe bien cómo iniciar un trabajo pero sabemos que ese trabajo nos tendría felices y entretenidos por un tiempo. Cuando ocurre eso, da rabia e impotencia porque nos atenaza la inacción y nos quedamos mirando por el ventanal de la terraza a ver cómo barre el barrendero o a ver cómo pasan los coches y las furgonetas.
Pero en un acceso de cólera, empezamos algo, hacemos algo que no sabemos si va en la dirección adecuada pero intentamos usar el tiempo en dar un paso o dos, tímidos pasos en lo que parece que es la obligación que tenemos con nosotros mismos. Y parecemos escolares que hacemos una letra por primera vez y nos asustamos de todo lo que queda por hacer.
Y ya de paso, pensamos en lo viejos que somos porque hemos pedido el teléfono a una chica joven para salir con sus amigos y pensamos que ya no estamos para esos trotes de bailar pero este viernes vamos a llamar a esa chica joven a ver qué tal.
Y también pensamos en dejar de fumar de una puta vez pues vemos que la salud se resiente por muchos lados ya y ya está bien de envenenarnos voluntariamente como un tonto. La puta adicción.
Intentar hacer algo ya es algo.
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