martes, 7 de febrero de 2017

Me he levantado con una especie de depresión al darme cuenta de todo lo que hay que hacer y las pocas ganas que tengo de hacerlo.
Tendría que leer y corregir una novela entera que se me ha quedado corta. Tendría que corregir también otro relato. No se me da bien corregir. No tengo sensibilidad para ver mis propios fallos.
Pero bueno, pasaré el día como pueda, aunque no haga nada de escribir ni nada literario. Seguramente, me iré de compras con mi hermano.
Cuando la tarea que tenemos por delante es ingente y no la entendemos muy bien, la pereza se adueña de nosotros y es difícil ponerse en marcha y ejecutar todo eso que tenemos como tarea.
Pero llega un momento en que nuestra vergüenza de lo que estamos dejando de hacer para nuestra gloria nos impulsa a empezar poco a poco el trabajo que nos lleva a acabar por lo menos algo de lo empezado.
Hoy me he levantado con la idea de que otro día va a pasar y no he hecho nada de valor.
Pero llegará un día en que la obra se irá puliendo y haciendo mejor para mayor fama mía y de mi ingenio.

Si algo es difícil es que merece la pena.

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