miércoles, 18 de enero de 2017

Suena la radio. Afuera hace frío. Voy a hablar de las relaciones sociales que hay ahora en mi entorno. Lo hago desde mis 47 años y mi circunstancia. A los 47 años la gente está casada y ha tenido al menos un hijo. Las relaciones se pierden porque se vive en familia. Se acaba la juerga si quieres ser un buen padre que no llega a las 7 de la mañana a casa, borracho perdido. Yo he perdido muchas amistades que se han casado y que hace 20 años nos divertíamos en la plaza o en el bar, con el fútbol o con cualquier otro evento. Yo no estoy casado ni tengo hijos. Soy, según un refrán español, un borrico. Vivo con mi hermano gemelo en un piso.

Las relaciones personales se están perdiendo. La amistad es un valor que no está en alza. Hay un individualismo atroz que hace que la gente salga del trabajo y se dirija a casa como un borrego feliz, con la misión cumplida.
Las amistades son difíciles de hacer. Dicen que el amigo debe ser antiguo pero no lo creo; el amigo puede surgir en cualquier edad, no tiene que provenir del pasado.
Los amigos no deben dejar sombra de sospecha. A las amistades de hoy en día les ronda el calificativo de tóxicas y es mejor no intentar ser amigo de nadie porque ese amigo se va a aprovechar de ti. Hay mucha literatura mala sobre la toxicidad de la gente.

La amistad verdadera hace que mejoremos, que intentemos ser cada vez mejores amigos de nuestros amigos pero eso creo que está ya obsoleto, perdido de vista.

A mi me gusta la amistad, es en las cosas que más creo al no creer en el matrimonio. Pero no hay amigos, no lo fomenta esta sociedad de mulas con orejeras.

Un individuo solo es un aburrimiento constante.

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