Entre lo que escribo y lo que he escrito y lo que podría ser revisado para una posible publicación que siempre descarto, tengo el cajón lleno de historias. No sé si son historias atrayentes o le regatean a lo literario su condición. Pero las he escrito yo y he perdido un tiempo haciéndolo. Yo no soy buen escritor pero escribir me distrae y me llena de un contento más o menos satisfactorio. Nadie lee lo que yo escribo excepto mi hermano y siempre dice que es mala toda mi ficción.
Yo no escribo de guerras ni de aventuras. Pero creo que soy demasiado ramplón en el estilo. Mi estilo no llega, no transmite, no es especial. Da igual, con mi estilo llego adonde quiero llegar que es a un limbo de tardes en que me siento delante del ordenador sin aspirar a más que emborronar un documento Word.
Yo me pregunto mucho qué es escribir así como el herrero se preguntaría más de una vez sobre al invento de las herraduras y así, en una correlación existencial, todos nos preguntamos por el sentido de lo que hacemos más de una vez. Escribir, para mí, es pasar un rato agradable contando cosas.
Si sabes quién eres, eres como Dios.
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