En la taberna estábamos cada vez peor. Mi padre estaba enfermo. Mi madre había muerto hace tiempo. Entonces vino aquel tipo que no pedía más que ron y estaba pendiente de otro hombre que conocía un secreto. Entonces todo se precipitó: murió mi padre y yo me enrolé en un barco de la marina inglesa en una expedición a la isla del tesoro.
Se quedó huérfano y vivió miles de aventuras en el mar, olvidando las miserias de una taberna que no daba para comer, se hizo hijo de la marina inglesa en contra de los piratas que se mataban por un tesoro.
Cuantas aventuras de estas ocurrirán en nuestro mundo "civilizado" donde la avaricia, el rencor y el odio andan como Pedro por su casa por las almas de los hombres.
Sin embargo, nuestras personas, las que yo conozco, se mueven por sobrevivir amenazadas por la depresión, por quedarse huérfanos de algo o de alguien a la menor ocasión.
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