miércoles, 30 de abril de 2014

Hoy me he levantado desganado o deprimido o confuso mentalmente. Es lo que tiene la enfermedad que padezco, que a veces me levanto de una forma no apta para andar ni por la calle ni por casa. En estas ocasiones, no sirvo para nada útil. Me metería otra vez en la cama y esperaría a que pasara el día de la manera que fuera. No acierto a pensar con claridad qué tengo qué hacer, dónde tengo que ir, todo me supone un mundo. No hago más que pensar en cosas negativas que me entorpecen el paso de mis huesos por el día. Todo lo siento como un impedimento que se me ha impuesto y yo tengo que luchar (supongo) el doble de lo que lo haría una persona que no toma pastillas para la mente, que no tiene una enfermedad que le desequilibra el ánimo de modo que pasa esto a veces: no tiene uno ganas ni de levantarse de la cama y todo le parece mal hasta que se vuelve a acostar. Pero es así, tengo que hacer cosas a la fuerza para seguir adelante pero me cuestan un montón. Hoy no tengo ganas de nada. A ver si esta tarde me recupero un poco.

lunes, 28 de abril de 2014

La noche estaba oscura. Rafael miraba por la ventana el rugido de las hojas de los árboles del parque cercano que se juntaba con el rugido de las hojas de los árboles que flanqueaban la acera. Rafael sintió temor: parecía como si un crimen fuera a cometerse. Se oyó un aullido: era su mujer que le mandaba acostar a los niños, no el hombre lobo. Rafael tenía el corazón como una avellana. Acostó a los niños que se enfrentaron a él en sus raídos pijamas.
"Mañana, más", pensó Rafael. El domingo se extinguía en el reloj y la noche avanzaba. Su mujer estudiaba una oposición que no salía nunca. Rafael se preparaba para asumir el trabajo del lunes que estaba esperando en cuanto se levantara de la cama. Los niños eran un problema, el trabajo, otro; la oposición, otro y se atrevía a decir que su mujer el más gordo. Se acostó. A saber cuándo su mujer se metería en la cama. Se durmió pensando en los problemas familiares, uno detrás de otro. En la calle, parecía que se iba a cometer un crimen.
Ahora que ya he acabado la novela que estaba escribiendo y la he impreso y la pienso mandar a algún concurso literario a ver si hay fortuna, me pongo con otra novela que tenía empezada y no me sale nada, no me concentro para escribir nada sobre ella. El olvido de esta novelita, que me parece que no va a ser tan larga como la anterior, ha hecho que no me ponga en posición mental de continuarla y lleva ya varios días así, durmiendo la siesta en el ordenador con unas veinticinco páginas escritas muertas de risa.
La he leído de corrido otra vez y me ha gustado, incluso más que la otra. Es más seria, tiene mayor reflexión y por eso se me hace difícil continuarla porque tengo que pensar más lo que voy a escribir y cogerle el hilo argumental de lo que escribí hace tiempo.
El tema no es tan ligero como la de la anterior y las palabras pesan más en el texto, son más sentenciosas y de juicio mayor, no es una simple aventura narrativa, exige pensar lo que escribo a partir de ahora para que no desafine con lo escrito anteriormente. 
Si hay una novela fácil de leer, esa es "Las uvas de la ira" de Steinbeck, aunque tenga unas 400 páginas. Es una épica de la crisis que asoló EEUU en la década de los 30. Es dura y amable a la vez, tiene cierto humor y aparecen personajes muy entrañables. Es la épica del estómago vacío y el bolsillo de la familia que no reunía un dólar.
De Steinbeck leí "La perla" hace ya mucho tiempo. Sé que también tiene una obra que se llama "De ratones y hombres" o algo así. Fue premio Nobel. A lo mejor me leo algo de Steinbeck. Parece que trata temas sociales, la lucha por la vida, la familia, etc.
"Las uvas de la ira" es una disección de cómo la economía afecta brutalmente a una familia de agricultores que lo han de dejar todo para irse al otro lado del país a buscarse la vida y allí les espera la explotación más rancia del hombre por el hombre. Pero en esas páginas también vemos unos seres humanos muy muy bonitos, muy sacrificados y muy curiosos de conocer. 

domingo, 27 de abril de 2014

La gente que me conoce dice que yo tengo mucha suerte y que soy rico pero yo lo desmiento con hechos, ya que tener tres millones de las antiguas pesetas en el banco no impiden que yo vaya andando o en autobús a todos los sitios, coma mortadela, no gaste mucho en ropa ni en comida y yo me la hago porque si yo quisiera podría fundir esos tres millones en ser algo que yo no soy ni he sido nunca; eso mismo, rico. Yo lo que hago es ahorrar para un posible futuro solitario de viejo lleno de incomodidades, harto de tomar pastillas que me joderán los riñones y el hígado cuando me esté muriendo.
Lo que yo soy, eso sí, o me gustaría ser es un escritor. Cuanto más cerca esté de ser un escritor, mayor va a ser mi contento. Ya no aspiro a vivir de lo que escribiera, ni creo que me va a hacer falta, aunque nunca se sabe pero me gustaría haber escrito unas cuantas novelas de mi puño y letra antes de morirme y que estas sean celebradas por un minoritario público pero bueno. No soy rico, no tengo mucho dinero, no vivo con el lujo ni quiero vivir. Yo soy un profesor que ya no puede serlo y se ha metido escritor.
En la taberna estábamos cada vez peor. Mi padre estaba enfermo. Mi madre había muerto hace tiempo. Entonces vino aquel tipo que no pedía más que ron y estaba pendiente de otro hombre que conocía un secreto. Entonces todo se precipitó: murió mi padre y yo me enrolé en un barco de la marina inglesa en una expedición a la isla del tesoro.
Se quedó huérfano y vivió miles de aventuras en el mar, olvidando las miserias de una taberna que no daba para comer, se hizo hijo de la marina inglesa en contra de los piratas que se mataban por un tesoro.
Cuantas aventuras de estas ocurrirán en nuestro mundo "civilizado" donde la avaricia, el rencor y el odio andan como Pedro por su casa por las almas de los hombres.
Sin embargo, nuestras personas, las que yo conozco, se mueven por sobrevivir amenazadas por la depresión, por quedarse huérfanos de algo o de alguien a la menor ocasión.
En el arroz negro que hice ayer y que comimos había tierra. No sé de dónde puede proceder la tierra, del caldo que hice o de la sepia. El caso es que debo comerme otro poco de arroz negro hoy e irme al hospital.
Recuerdo un personaje de "La soledad del corredor de larga distancia", de Allan Sillitoe, cómo pasaban los días en su piso con la madre, haciendo cosas cómicas mirando al televisor hasta que los pilla la policía porque llovía y tenían escondido el dinero en una cañería que empieza a correr. Luego, el corredor, en la cárcel, se hace un experto en largas distancias vigilado por unos policías en su recorrido mañanero. Y era el primer hombre sobre la Tierra y el último hombre sobre ella a la vez. Me encantaría sentirme como ese corredor cuando se levantaba y corría y corría sin pensar en nada ni en nadie.
Tengo que comer e ir al hospital, eso es todo.

sábado, 26 de abril de 2014

El stress produce inestabilidad emocional, pérdidas de memoria e irritación. Justo lo que yo sufrí durante aquel año en que tenía que dar clase y no acertaba ni a escribir en la pizarra nombres que se suponía que yo sabía pero que en ese momento, atenazado por los nervios, no me salían y me dejaban en ridículo ante mis alumnos. Luego, la sensación de fracaso perduraba alimentando esa sensación de stress una vez más ante la clase. Me recuerdo estudiándome por las tardes lo que yo ya normalmente sabría de sobra y atormentándome por el miedo a fallar ante los alumnos, cosa que hacía. Recibí quejas de los padres sobre la educación de sus hijos con respecto a mi asignatura pero yo ya no podía más y la presión iba en aumento. Me recuerdo también llevándome una botellita de agua al aula porque se me resecaba la boca por efecto de los nervios y de las pastillas. Todo acabó cuando me di de baja definitivamente. La educación había acabado para mí.
Ayer, ya tumbado en la cama esperando el sueño, me vino a la memoria un verano en que lo pasé francamente mal. Fue cuando me tuve que dar de baja en el instituto pero me impuse estar en los exámenes de septiembre. Todo el verano estuve miedoso, obsesionado con esos exámenes. Pensé en pedir la renuncia porque no podía con los nervios. Cada mañana, se me ponía en la cabeza la idea de que los alumnos me iban a reventar los exámenes y me iban a hacer la vida imposible. Traté de evitar ese pensamiento obsesivo dando brazadas en la piscina tres veces al día. Luego me fui de vacaciones con mi novia a un pueblo de costa de Alicante. Allí, por la mañanas yo era un puro nervio, obsesionado, triste, no me quitaba e la cabeza los malditos exámenes de septiembre. Compré un libro, "Némesis", de Philip Roth y desvié la atención leyéndolo. Me lo leí en tres días. Mi novia se desesperaba también pues no entendía que yo estuviera tan preocupado pero me dio la compañía que necesitaba para no desesperarme yo también. Pasé algunos nervios en septiembre pero no fue tan caótico como yo me lo imaginaba. Luego me mandaron a El Escorial donde duré ya muy poco pues mi mente estaba ya agotada. 
Tengo que hacer un arroz negro. Los ingredientes los compré ayer, ahora tengo que disponerlo todo para que salga el menú de hoy. Mientras se llega la hora de ponerme a cocinar, he mirado algunos poemas de los libros de Vicente Aleixandre, "Espadas como labios" y "La destrucción o el amor" que cogí de la calle en un gratuito mercado que hizo la escuela pública de Majadahonda el día del libro, el pasado miércoles. Cogí el libro porque creí que sería interesante pero no lo ha sido. Me ha dejado frío. Vicente Aleixandre se caracteriza por la destrucción de la lógica y el surrealismo pero en estos dos libros no veo yo una poesía que llegue a comunicar nada. Es demasiado arbitraria la unión de conceptos y de objetos en el poema de modo que se pierde la cohesión de lo poético. Se mezcla el cristal con el jilguero, la cera con el velero y qué sé yo mas cosas que no tienen nada en común. No me ha gustado. Prepararé el arroz negro que sí tiene su lógica interna.

jueves, 24 de abril de 2014

Me venía preocupando el hecho de las horas muertas del verano que se avecina dentro de dos meses. Voy a tratar de remediar tal incidente apuntándome a los Cursos de Verano de El Escorial. He visto que no son muy caros, salen a unos doscientos pavos por cinco días. En El escorial disfrutaré de buen tiempo y de lo que puedan decir sobre variados temas gente estudiosa y consagrada en universidades y otros centros de interés.
Por lo menos, no me quedaré en casa papando moscas aunque todavía falta agosto, cuyas horas he de remediar también para que no pasen vacías y aburridas. En la primera semana de agosto me piraré de vacaciones, probablemente a Oporto y luego ¿qué? Podría probar a largarme a practicar mi inglés a algún pueblacho inglés de chicas pechugonas y coloradotas como sandías.
Bueno. Esperemos que mi imaginación se imponga ante la adversidad de las horas muertas en verano.
Llevo un rato oyendo en la radio Cadena Dial. Da mucho ánimo esta cadena. Ánimo amoroso. Salen en ella verdaderos vozarrones cantando al amor y a los corazones, corazones de todo tipo: despechados, enamoradísimos, con la ausencia del amor gritando.
Hay muchos tipos de canciones en esta emisora. Algunas canciones son tan barrocas yo creo que porque el cantante que las canta ya lo ha dicho todo sobre el amor, sobre los sentimientos de las parejas y ya solo le queda ensayar sobre las letras, retorcer los versos, decir del modo más inverosímil las cosas ya dichas antes del modo sencillo de sus primeras canciones.
Todas las canciones de Cadena Dial hablan del amor. Los amantes se sienten de muchas maneras y así lo manifiestan en sus canciones. Unas veces, el amor se agota y da pena pero siempre se recordará ese amor. Otras veces el amor es manifestado fuertemente con verdaderos alaridos enamorados, diciendo lo importante que es la mujer o el hombre para el cantante de turno. Viva Cadena Dial.
Desde que mi madre está en el hospital, no he dejado ni un día sin ir allí a verla. la están haciendo numerosas pruebas y no le dan el alta fácilmente. Como está viejita, no tiene más que achaques y los médicos la miran y la miran. La operaron del corazón, que lo tenía grande por un líquido que tenía dentro de él y ahora le han hecho una colonoscopia y han detectado pólipos en el colon. Va para largo.
Mi madre apenas come o no come nada en el hospital pero dicen los médicos que no es grave. Bueno. Yo estaba preocupado por este hecho.
El hospital es muy grande y se supone que eficiente pero ya conté el modo de tratar a mi madre al principio. Una descoordinación. Si la dejan bien antes de llevarla a casa, habrá que dar muchas gracias. Ya se está haciendo pesado ese ir y venir al hospital tantos días. Espero que se solucione pronto todo este asunto y vuelva mi madre a casa pronto.

martes, 15 de abril de 2014

Desde el miércoles, día 9 de abril, hasta hoy mismo, martes día 14, me he dado cuenta de lo mal que funciona el Hospital Puerta de Hierro. Resulta que ese miércoles, mi madre ingresa por recomendación del médico de cabecera en urgencias y tras toda la tarde y noche esperando hasta casi la una de la madrugada, le dan el alta a mi madre y nos la traemos a casa. El jueves ya estuvo mal otra vez y a eso de las cuatro de la tarde, la volvemos a traer a urgencias. Mi madre y mi hermana se tiran casi dos horas esperando sin que las atiendan, ya dentro de urgencias. Mi hermana escribe una reclamación. Menos mal que a eso de las dos de la madrugada, le dan a mi madre una habitación. Le hacen pruebas y ayer lunes, todo fue descoordinación y confusión: primero nos dicen que se irá a casa mi madre, después que no y por la tarde nos dicen que la operarán. La operaron ayer pero ya no me fío de nada aunque los cirujanos, que no se dirigieron a los familiares en un primer momento, como debe ser, dijeron que la operación ha ido bien. Todo una falta de coordinación y sensibilidad ante una enferma de corazón a la que en muchos momentos no parecía tal enferma.
El otro día hablaba con mi novia de que todas las relaciones, al hacerse uno mayor, se van haciendo penosas e incluso, dolorosas. Ella lo decía por una madre que se llevaba mal con sus dos hijas, ya mayores, por el hecho de que esa madre era demasiado recta e imperativa y eso ha hecho fastidiar la relación con sus hijas.
!Anda que no son pocas las relaciones que se van agrietando y malogrando con el paso del tiempo!
Sea por cuestiones económicas, de dependencia o por un carácter que hace que no se deje expresar convenientemente el de los demás y así se aborta la libertad de los que quieren ser libres y el dominante no deja respirar al dominado.
Sea por un inmiscuirse unos en la vida de los otros sin ninguna razón, de modo que harta tanto interés torpe que se pone en la vida de los demás, hastiando y cansando.
La reacción de aquellos que se sienten oprimidos o investigados puede ser salvaje, rompiendo todo lazo con aquellos que oprimen o investigan y azuzan o puede ser moderada y denunciar cuando se pueda la coacción o el entrometimiento. Se ha de respetar a aquel que se siente oprimido o investigado o asaltado en su intimidad y se le debe dejar que manifieste su desacuerdo con estas posturas que le maniatan incorrectamente. 
Cuántas veces hemos pensado, con respecto a los demás, qué malos hemos sido o nos hemos portado, haciendo o diciendo tal cosa que pudiera haber ofendido a tal persona. Nos perdonamos diciendo que nosotros pensamos de tal forma y que si ha sido molesto, pues es nuestra personalidad y que nuestra personalidad no siempre está acorde con los demás, sino que disiente de los demás y así provoca malestar lo que decimos o lo que hacemos pero es nuestra verdad y así la expresamos aunque moleste a alguien, sea este familiar, amigo o incluso extraño.
A veces reaccionamos a lo que nos hacen los demás murmurando con los que tenemos cercanos sobre esos que nos han hecho daño porque sentimos temor o vergüenza a decir a quien nos dañó: mira, me has hecho esto y no me gusta. O hay veces que el que nos ha hecho daño no quiere reconocer ese daño y el dañado lo da por bueno hasta que se le pasa el rencor refunfuñando por ahí con otras personas. El caso es que hay heridas que solo las cura el tiempo y lo que se dijo antes no vale ahora porque todo el daño ya está curado.
Decir lo que se siente no debe herir a nadie pues.

jueves, 10 de abril de 2014

Cuando una persona tiene vocación de ser algo en la vida, enseguida lo demuestra en cualquier ocasión. Si le han dado estudios como si no, esa persona valdrá siempre para curar, enseñar, escribir, cuidar niños o lo que sea. Es que lo lleva dentro y no  lo suelta. Pero si una persona nace con el descuido de no saber qué hacer en la vida pues estará en un sitio o en otro y serán sus virtudes las que aflorarán en un sentido o en otro. Si es paciente, aguantará a la gente o a ciertas situaciones. Si es inteligente, triunfará sobre la situación y se aprovechará de ella. Ahora, si la persona no es que no tenga vocación, es que ni siquiera saca a relucir de ella ni una virtud, no dará más que problemas porque caerá en ciento y un vicio fácil y atormentará a los que vamos con una idea en la cabeza de que las cosas deben de ir de una manera y no de otra y esta clase de personas todo lo torcerán y todo lo enredarán para dar problemas. El mundo es así, hay de todo.
Parece que todo es digno de ridiculizarse. Ridículo viene de la raíz latina ridere, reírse. Ya todo en este mundo es para reírse, para que salga en facebook y se transforme en un amorfo objeto de burla. Pero, ¿quién podrá ridiculizar todos los aspectos de su vida hasta encontrarlos absurdos? Solo un deprimido encontraría todo lo hecho en su vida como algo que carece de valor pero, ¿ridículo? ¿Quién consideraría ridículo todo  lo logrado en la vida de uno? Quizás un amargado, un resentido que no sólo quita valor a lo hecho sino que lo malogra desde su pasado hasta hacerlo inútil en su presente. ¿Y para qué y por qué? Porque ese hombre no ha tenido la oportunidad de afianzar su presente, el presente que ahora se le escapa y no controla y detesta tanto su pasado, que no le ha proporcionado un presente confortable, y su futuro porque entre su triste pasado y su inestable presente no hay un futuro bueno a la vista. Y esos son los que ridiculizan su pasado sin decirlo y los que más amargamente llevan la vida porque no dignifican sus propios actos pasados ni su presente. Esperemos no caer en la tentación u ocasión de ridiculizar nuestra vida. Sería nuestro acabose.
Me acabo de leer una novelita de Saul Below, premio Nobel de literatura, que se llama "Carpe diem". Cuenta las últimas horas de ruina y de desesperación de un personaje al que se le coge cariño a través de la historia. Este personaje no cuenta con el apoyo de su padre y su ex mujer le hace la vida imposible. No tiene un duro ya y expone su poco dinero a la bolsa bajo la dirección de un personaje curioso, de los más curiosos que yo he leído que le deja también en la estacada. Las esperanzas de este hombre se pierden al igual que se nos pierden a todos nosotros aunque sea sólo por el mismo paso del tiempo que nos lo roba todo. Si encima caemos en la ruina pues la pérdida es total. ¿Por qué todo en el mundo se basa en el éxito?, parece preguntarse el autor al presentarnos a este pobre hombre que lo pierde todo al final de la novela. ¿Por qué no hay un poco de cariño para aquellos que lo pasan mal?, ¿por qué no se basa este mundo en el amor y la comprensión y no en el puto dinero? Parece que si no haces lo que se debe en este mundo el mundo te expulsa de sí mismo con un escupitajo. La equivocación conduce a la desesperación. 

lunes, 7 de abril de 2014

La Semana santa para mí es un motivo de comunicación con los otros, los que no veo desde hace mucho. Allí en el pueblo se charla un poco de todo y todo vale para hacerse una idea de dónde está uno en el mundo por comparación por cuanto le rodea.
Creo que podré también hacer un poco de ejercicio saludable si arreglo un poco la bici y me voy una tarde a algún pueblo pedaleando la carretera.
Estar en el pueblo puede ser motivo de alegría pero yo ya hace mucho que no voy por allí y no sé bien cuál es el ánimo que alienta la gente allí. Por una prima sé que la cosa está muy deprimida y de color gris pero los días de fiesta la gente de mi pueblo sabe divertirse y pasarlo bien.
Un paseo por el campo y unas pedaladas en bici que hace mucho tiempo que no las doy, pueden salvar la Semana Santa.
Había un cuento de Herman Hesse en el que describía un bosque. Más tarde, acudían los pioneros y construían unas casas, luego venía el médico, el maestro y la industria. La ciudad empezaba a tomar color. Más tarde una red ferroviaria comunicaba la ciudad con otras muy lejanas. La industria empezaba a florecer. Entonces un obrero dice: "esto marcha". Luego empieza poco a poco la decadencia de la ciudad: hay guerras, no hay trabajo, se marchan los médicos y los maestros, se marcha el dinero. Las últimas casas parecen las casas de unos indígenas. El bosque, al final, lo cubre todo. Las plantas y los árboles ciegan la vía férrea y los restos de las fábricas. Un pájaro, subido en un árbol dice: "esto marcha".
Este cuento muestra la estructura cíclica de los procesos humanos y de la naturaleza. La economía también sigue unas "leyes cíclicas" de las que dependemos. Ojalá el crecimiento que se avecina no sea tan chapucero y desmadrado como el anterior.

jueves, 3 de abril de 2014

Mi hermano gemelo y yo hemos ido al CAID, que es un centro donde curan las dependencias malas como las drogas o el tabaco. Al mismo tiempo, nos compramos un cigarrillo electrónico, gracias al cual hemos bajado el consumo de tabaco. Lo último que nos ha recomendado la doctora del CAID es fumar en la terraza y la hemos hecho caso. Como es incómodo fumar en la terraza, fumamos aún menos. Lo que yo creo que esta doctora nos impondrá en el siguiente paso será: fijad una fecha para dejar de fumar.
Y ahí no sé si yo podré hacerla caso pues me gusta mucho fumar. Me he sorprendido a mí mismo fumando entre diez y quince cigarrillos pero no sé si me sorprenderé dejando de fumar. No lo veo. No me siento capaz de dejar de fumar del todo. Lo intenté antes y no me salió. Temo volver a fumarme 30 cigarrillos diarios pero tampoco veo la salida al laberinto.
Hoy he leído en dos periódicos nacionales que el paro ha bajado. Es el mejor dato que podemos oír. Luego he estado con unos taxistas hablando y uno de ellos decía que con su trabajo casi llegaba para los gastos pero que su mujer cobraba el paro y llegaban más holgados a fin de mes. He pensado que habrá muchos casos de estos en los que un miembro de la pareja tenga un trabajo estable y el otro cobre el paro. Me he consolado de las situaciones de las que hablan algunos informativos en las que ninguno de los dos trabajan, ni siquiera los hijos. Todavía hay mucha pobreza en España que sólo se erradicará cuando aumente el trabajo y uno de los miembros traiga al hogar la noticia de un trabajo y el dinero. Mientras, ya se sabe, los parados realizarán innumerables chapuzas para salir adelante. Es el dinero negro de que se habla que es muy difícil de sacar en limpio. Todos en España hemos tenido experiencias de ese dinero negro que no se ve. Pero es que si no, las familias no podrían sobrevivir. El trabajo devolverá la normalidad a muchos hogares. Recemos para que haya más y más trabajo en España.
Por fin mi mente rije de forma más adecuada. Parece que el equilibrio en mi vida se ha instalado de modo más o menos duradero. Hace un mes o dos y arrastrado de hacía un año, ciertos pensamientos pesimistas, depresivos, oscuros no me dejaban disfrutar de la vida como esta se merecía.
No sé si habrá habido circunstancias que han promovido esta armonía en el conjunto de mi pensamiento, si este equilibrio del que hablo ha caído por su propio peso o yo he hecho algo para que todo se nivelara, el caso es que pienso de modo más asertivo y mi autoestima es mayor que hace un tiempo.
Da gusto darse cuenta de que la mente de uno está cambiando a mejor. Ves las cosas más livianas, sin tanto dramatismo, sin tantas ganas de lamentarte por el suceso de vivir desde por la mañana a la noche. Ojalá perdure en el tiempo esta sintonía entre mi mente y lo que ocurre alrededor de mí y siga viendo la vida no como un enfrentamiento del que salía perdiendo y sí una oportunidad para ser feliz.

miércoles, 2 de abril de 2014

También he escrito mucho. La mayoría de todo lo escrito está en una cartapacio enorme en un cajón de mi casa. He publicado una novela en amazon, sigo escribiendo a ver si un día la fama llega a través de lo escrito.
Escribir es inventar con bonitas palabras, con palabras sugerentes que atrapen al lector en cuanto le presentes la acción.
He soñado con mediodías contados por mí en un rincón de algún pueblo castellano y he soñado con sus habitantes y los líos que se pueden producir entre ellos y he soñado con la palabra que contara eso.
Gabriel García Márquez hace eso con Macondo: pule la palabra hasta extremos insólitos para que el lector vea el poder de aquel pueblo que nace, que vive en la selva y que cuenta su propia historia.
Así hacen los escritores: cuentan. Cuentan con su imaginación lingüística lo que le pasa a unas personas.
Así quiero yo hacer: contar la historia más bonita de los personajes más entrañables.
Nacido para leer. Esa es mi pequeña historia. El lector inventa en su cabeza lo que lee y yo he inventado un montón de sitios, de amores, de batallas, de pueblos escondidos en la selva. Lo que sé lo sé por haber leído libros. Primero por mi cuenta, gastándome las propinas en libros; luego, más sistemáticamente cuando me proponían libros en la escuela y en la universidad. Tengo un panorama de todas las épocas en la historia de España por los libros que he leído. Tengo una idea de algunos caracteres de gentes o de visiones de personas que escribían que decían que el mundo es así o de otra manera por los libros que he leído. Algunos pensamientos de esos escritores han marcado mi manera de pensar definitivamente, más que las charlas de los bares o lo que se cuenta en familia, aunque también.
Si algo me inquietaba, he acudido a un libro que me explicase qué me pasaba o qué era aquel asunto que me preocupaba. He leído poesía y juro que es muy bonito hacerlo cuando estás en la vena de leerla. He pasado páginas de novelas hasta el punto de sentir que estaba en otro mundo, a muchos kilómetros de mi vida y lo he pasado muy bien en definitiva y los libros me han ayudado mucho. Ojalá aprendiéramos de los libros. Están quietos pero serían la revolución si se los hiciera más caso.
Lo que si he notado últimamente es que ya no tengo una sensación de inutilidad continua en mi mente, ya no tengo una vena depresiva en mi espíritu. Esta mejora en mi salud mental ha coincidido con entrar en las clases de una profesora muy buena que me ha motivado mucho. No sé si será la causa pero a raíz de ello, me he puesto a leer en serio, a aprovechar las horas y por ende, a sentir que mi tiempo no estaba perdido. He dejado, después de una semana aplicando esta filosofía de vida, de pensar tantos pensamientos negativos sobre mi vida, de preguntarme sobre el objeto de la misma y he empezado a disfrutar de ella y de la lectura y de mis aficiones y de otras cosas con otra mentalidad. Ha sido bonito ver cómo me he desprendido de una capa fina de melancolía que me envolvía siempre a dejarla atrás y mi cabeza se ha visto más libre de pensamientos negros mientras me ordenaba mis costumbres de forma eficaz y valedera.
¿Que me pego la gran vida? Vale. No tengo que madrugar para ir al trabajo. ¿Que he tenido suerte? Vale. Yo me lo he buscado después de trabajar veinte años para la educación porque si no hubiera tenido esos años cotizados, no me habrían dado nada y mi enfermedad (he tenido suerte en eso) se podría haber manifestado antes, antes de que yo me sacara la oposición,  oposición que me ha significado ocho años de estudios ininterrumpidos.
Pero, ¿alguien ha convivido con una enfermedad como el trastorno bipolar y ha dicho que es divertido? Cuando no te levantas hecho polvo, lleno de confusión mental, te entra angustia en cualquier sitio, sientes ansiedad por cosas que a otra persona no le haría ni sensación, sientes el poder maligno de las putas pastillas en tu mente, sientes una depresión continua que te hace la vida más amarga de lo normal, sientes un montón de cosas que la gente normal, simplemente, no siente. La suerte es relativa pues. No me tengo que preocupar del sustento pero sí de una enfermedad que incapacita tu mente para estar totalmente tranquilo. Mi hermano gemelo siempre está con algún asunto: el bajón, la depre, la angustia, etc, al igual que yo. Si me han incapacitado, es porque yo ya no aguantaba mi trabajo pero no he dejado de aguantar mi enfermedad. Suerte relativa pues.
¡Pero que valle hondo y oscuro ni que gaitas! Hay que disfrutar de lo que se tiene, no añorar lo que nunca se tendrá. Yo me río mucho con la gente que me rodea. Me río de la otra gente que está muy despistada al igual que yo, me río de las cosas que pasan, me río de mí mismo que es la persona más cercana que tengo y que mejor conozco para poderme reír, me río de la situación y del escenario, me río de los personajes y del patio de butacas.
El patio no está para fiestas pero la fiesta la lleva uno encima como un saco lleno de confeti presto a derramarse a la menor ocasión.
Alegrémonos, seamos felices con el que tengamos al lado pues ese es la ocasión para la fiesta y no los programas municipales de orquesta y refresco. Tírale de la oreja a la crisis, al día gris que ha amanecido y ríete, ríete porque de otra manera la vida va a pasar igual que si lloras o te lamentas. Haz reír a los demás y ríete tú mismo, la sonrisa es la mejor de las terapias contra la vida, contra el bodrio obsceno que nos han vendido últimamente.
Ni voy al teatro ni voy a fiestas ni vivo la noche ni el día de Madrid. Estoy como en una burbuja pequeñita hecha de pequeños paseos, de pequeñas satisfacciones pobres, de pequeños consuelos tristes, de pequeñas horas pasadas sin ton ni son. Será la crisis, seré yo, serán las circunstancias, será el destino. Yo no saco la cabeza del agua, de este inmenso pantano que me traga. Recuerdo como un fogonazo aquella reunión de quintos en el pueblo. Fue muy divertido. La última ocasión que tuve de divertirme y estar con un grupo de gente alegre. A las fiestas del pueblo no voy ya. No conozco gente con la que hacer una fiesta con música. No conozco a nadie que toque el acordeón, ni la guitarra, ni siquiera una delgada flauta. Pero sí que estoy para fiestas, me molaría estar en una.
Valle hondo, oscuro: así definió un poeta salmantino del renacimiento español el mundo. Parece eso, que alguien o algunos nos han metido en este valle hondo y oscuro y no tenemos ni una linterna con qué alumbrarnos. La vida es triste. La salvan, en mi caso, las aventuras de los libros y la fraternidad de pequeñas amistades !Ojalá hubiera unas pocas músicas y baile y un poco de meneíto! ¡Ojalá unas risas fuertes y animosas me libraran de este valle hondo y oscuro!