La terrestre dulzura de tu cuerpo. La dulce pesadez amorosa. El amor terrestre y dulce. No sé. Hay muchas versiones que enaltecen el cuerpo de la amada. Por ejemplo: pechos que sacian la sed amorosa, caderas de infarto de miocardio, piernas que duran un siglo, pies de sirena nacarada, ojos de lince amatoria, pelo undoso que hace sucumbir el deseo. Hay, a lo largo de la historia de la poesía, cabellos que oscurecen el sol, ojos que matan, frentes de rosa y azucena, cara dulce de miel tostada. Todo ello es literatura. Lo que tiene que ser una mujer es leal y bondadosa, lo demás son alharacas. Al final, ha venido la visita que esperaba. Hemos tomado café, hemos hablado de libros, hemos advertido que se hacía tarde y la visita se ha ido. Otra vendrá otro día y me hará la tarde menos lenta, más activa, menos onerosa de horas vertidas en el bochornoso cielo gris. Bueno, la verdad es que todo es un poco como dice el chiste: en el colegio me llaman avaricioso. Diles que mierda para ellos. Sí, ¿y para mí qué?
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