El otro día que se murió el poeta de la generación del 50 Caballero Bonald, estuve atento a los programas especiales que le hicieron a ver qué decía. Dijo, en entrevistas que le hicieron, que él escribió lo que quiso y al estilo que quiso (esto es, de forma barroca). Dijo que él se consideraba poeta pero escribió también memorias y novelas. En un artículo que yo leí sobre él, me di cuenta de su labor: era traer el recuerdo al presente de forma delicada y así poder vivir ese pasado en el presente. Yo tengo una entrada en este blog sobre un poema suyo comentado. Le gustaba mucho el vino y en una novela que yo leí de él ("Dos días de septiembre") las labores del vino están omnipresentes. Pero lo que más me fascinó de todo lo que dijo es que una novela que él escribió y que es bastante famosa, "Ágata, ojo de gato", Bonald empezó simplemente con una frase y luego fue componiendo, de esa frase, toda la novela. Dice que esa novela la escribió como metido en un espejismo. A lo mejor la leo. A mí me gustaría escribir una novela partiendo de una simple frase. Pero no entiendo eso del espejismo. Estos poetas del 50, algunos, no piensan en que sus versos sean comprensibles, por aquello del surrealismo. A mí no me gustan estos poetas del 50 salvo excepciones.
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