El 4 de junio voy a una boda. A la boda de un sobrino mío, hijo de una hermana con la que no deseo cruzar ni media palabra. Menuda mierda. Pero hay que ir. A mi sobrino no le veo más que 3 veces al año. Dos por aquí, por Majadahonda, de modo casual y una en el pueblo. En el pueblo, este mentecato de sobrino no sabe tener la menor educación pues no pregunta qué tal me ha ido el año. Yo también te quiero, Gabi, eres un sol. La que se va a casar con él, lleva 10 años de vida en común y ahora se casan. Bueno, a lo mejor pagan menos a Hacienda con lo de la declaración conjunta pero con los sociatas que hay en el gobierno, esa desgravación o bonificación está en el aire. En fin, a lo mejor en la boda me encuentro con alguien agradable pero, la verdad, no lo creo mucho. A la boda van a ir 150 personas, cada una con su sobrecito. Muy bien. Un bodorrio. Un negocio redondo. Otra mierda pues podrían haber elegido una boda discreta de casarse y salir corriendo pero no. Parece que la boda durará bastante. La boda es en "Las margas", al lado de un pueblo de Segovia que se llama Madrona. Por cierto, ¿qué es una marga? Lo he mirado en internet: es arcilla, unas rocas con las que se hace cemento. De barro nos hizo Dios. No sé que me pasa en la vista que no veo más que hijos de puta. No lo digo por el novio y la novia y su madre y su padre, sino por el estado actual del escenario humano.
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