Ayer por la tarde bajé a Madrid. Esto no tendría que ser algo novedoso, pero en esta ocasión sí lo fue. Porque cambié como de la noche al día. De estar todo el día y el día de antes rumiando pensamientos negativos sobre mi persona y lo que me rodeaba a estar a gusto conmigo mismo, incluso contento.
Hice tres cosas en Madrid: comer un bocata calamares, tomar un café en Starbucks y comprar en un centro comercial en la calle Princesa algo de ropa.
Hacía mucho tiempo que no iba a Madrid y esta vez la ciudad me acogió con mucha ternura, compasión y puso en orden mis pensamientos para bien.
Pedí a mi hermano que me bajara en coche pero no quiso, así que fui en autobús.
En Madrid vi chicas muy guapas. Estas chicas me animaron. O fue el cielo, la gente variopinta, las calles, el café, la compra que hice. No sé. La visita a Madrid me cambió el carácter como el que vuelve un calcetín.
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