Ver la película de Tintín fue toda una experiencia de cómo una buena historia atrapa al espectador. Mi hermano y yo nos quedamos mudos al verla. Estábamos atrapados por el argumento tan ceñido que estábamos viendo: todo se sucedía con sorpresa y rapidez ante nuestros ojos: primero, el descubrimiento de la maqueta del barco, el unicornio. Luego, la intervención de los malos que llevan a Tintín a un barco, donde este encuentra al capitán Hadock, luego, el mar y el desierto, dos espacios llenos de aventura y de peligro. Y ya no vimos más porque nos cansamos de la historia, pero la historia era muy buena, muy buena. Todo acción, peligro, aventura, amistad, humor y diversión.
Cuando la historia hace que nos olvidemos de nosotros mismos, es que la historia es muy buena.
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