Ayer pasé mal día: obsesionado por tres miembros de mi familia que me traen mal fario, no podía dejar de pensar en ellos mientras afuera, en la calle, hacía 33 o 34 grados de calor. Luego, di una vuelta con Paco a las 8 y se me quitó.
Así como hay grandes trabajadores que se meten hasta el cuello en eso que hacen, así también hay gente que se tumba en la cama y no mueve ni pie ni pata. No íbamos a ser todos iguales.
Me consta que, cuando yo he sido profesor, he dado buenas clases y he resultado una persona amable y querida para los alumnos. En Majadahonda estuve mi último curso y aún hay alumnos que me ven y me dicen que yo daba buenas clases y encima eran divertidas.
Yo me esforzaba como profesor mirando y remirando textos, viendo gramáticas donde explicaran bien aquel aspecto del lenguaje o seleccionando lecturas para mis alumnos.
No estaba todo el día en la calle por las tardes sino que las ocupaba con ejercicios para mis alumnos, con explicaciones más razonadas de temas complicados y haciendo lo que tenía que hacer.
Ahora hago el vago pues ni la novela empiezo. Pero tiene que haber de todo.
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