Cuando dos o más personas se unen en la desgracia y la superan, quedan como hermanos o más que hermanos. Porque la desgracia une mucho. El éxito también une, pero más falsamente. En el éxito se ve la envidia y la competición para alcanzar una meta. En la desgracia es casi el propio pellejo o la salud los que están en juego, así que la gratitud al que sufre contigo un mal, ya dura para toda la vida. En el éxito, lo que está en juego es el triunfo y el dinero y el placer que lo acompaña después de conseguidos, los cuales no son más que corruptores del espíritu.
Se dieron casos, cuando el Imperio Español conquistaba y conquistaba tierras por todos los mares conocidos, de náufragos que habían pasado tales penalidades que estuvieron en el brete de morir si no fuera por el auxilio de los compañeros de infortunio. Después de rescatados, estaban tan unidos como hermanos o más.
Se han dado casos de bandas de rock que han alcanzado un éxito a base de mucho esfuerzo, mucho trabajo y conciertos pero quizás, al repartir el éxito ha habido divisiones y malos humores por ver quién llevaba la batuta o protagonizaba todo aquello.
En la política, es el presidente, si este no es humilde, el que se quiere apuntar los tantos y los ministros bregan con todo para que el jefe reluzca en las elecciones.
Me he enterado de lo de la ministra Carcedo: la sustituta de Montón en Sanidad. Es un caso de avaricia personal muy fuerte. Me he quedado alucinado de lo que ha "chupado" esa señora al frente de donde ha estado. Me he enterado de lo de la ministra de Hacienda, la Montero. Un caso de trepa que no veas; y lo de la Celaá, otra que oculta pertenencias: con estos mimbres no se puede hacer un buen gobierno. Chupópteras, trepas, mentirosas: esto no es una conjunción para superar dificultades, sino un conjunto de satélites penosos que no quieren más que montar en el Falcon y comer de lujo a costa del Estado.
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