viernes, 10 de agosto de 2018

En España, la gente es muy mediocre. Lo vemos en la representación política; en las costumbres que tenemos; en la picaresca, que es la mediocridad de la delincuencia; en los trabajos, en el pensamiento de la gente, en fin. No hay nadie que se eleve sobre el terreno. Volamos como las gallinas. Somos latinos, qué se le va a hacer. Ya lo ponen de manifiesto los clásicos: Sancho, la Celestina, Guzmán de Alfarache. Son de un simpleza grande, de una gran vulgaridad. Todos están llenos de vicios y de defectos y de ellos viven. Pero la mediocridad, hoy en día, la representan aquellos que se pasan al día viendo la televisión. Si hay algo que nos iguala por abajo (todos tontos) es la ínfima calidad de los programas televisivos, de entretenimiento. No hacen pensar, no son críticos, mínimamente críticos y si uno es ignorante, pues estos programas se encargan de ahondar esa ignorancia hasta extremos grandes.
Si Machado se quejaba de la vaciedad de cabeza del español que bosteza, ahora hay que ver la balumba de tonterías que se tiene por culpa de la televisión. Antes, había vacío. Hoy hay majadería y llena de paja la cabeza. El que viera mucha televisión y se volviera loco, no saldría Quijote sino el más ruin antihéroe que diera la humanidad.

El hombre sabio ha de ser necesariamente solitario.


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