Dice mi hermano que a nosotros no nos ha tocado vivir el paro obrero o como se llame ahora. También dice que hay gente muy desgraciada, casi pidiendo. Y que hay gente enferma muy mala, muy mala. Que nosotros dos debemos estar agradecidos al destino por la buena vida que llevamos. Bueno. La buena vida que llevamos consiste en casi no tener amigos o tener unos amigos un tanto raros, hacer lo mismo todos los días de Dios (a mi hermano le encanta eso de la rutina, por eso lo dirá) y no disfrutar ni un día de fiesta. Ser iguales los lunes que los viernes que los sábados. El domingo juntarnos con una familia que no nos hace ni caso. Lo cotidiano es la tumba de la felicidad, a mi modo de ver. Y no veo más que lo cotidiano a mi alrededor.
Me debo acostumbrar a los días en que no pasa absolutamente nada para ser feliz. La verdad es que ya me estoy acostumbrando. Me levanto sin un sentido claro de lo que voy a hacer porque todo lo que voy a hacer ya está marcado desde que me levanto. Bueno, quizás eso esté bien para un enfermo mental para que no haya altibajos emocionales pero incluso la demasiada rutina es nociva para la salud mental, estoy también convencido de ello.
Que no viajamos, que no vamos a fiestas, que no hacemos nada nuevo. Eso es lo que hay por ahora. Por eso yo he decidido, por lo menos, prescindir de gente que no me aporta nada, como eran esos "amigos" que no valían para nada más que discutir mi hermano y yo sobre ellos mismos. Prefiero estar solo ante la cotidianidad que comentar la cotidianidad estúpidamente, cansinamente con unas gentes que no me hacían feliz ni un minuto seguido. Estaré solo ante la rutina pero no la mascaré pesadamente junto a otros que no sé ni quién son.
Bueno. El dinero creo que no tiene mucho que ver con la felicidad. Yo tengo dinero para irme donde quiera pero no me voy yo solo a ningún lado. Si no viene mi hermano, yo no voy. Ya me fui solo una vez a Valencia y otra vez a Alicante y son experiencias que no me gustaron casi nada. Pudiera ir a Nueva York pero yo solo en Nueva York es la fotografía de un gilipollas que no sabe ni dónde está ni para qué está allí. Viajar no es una bicoca que dé la felicidad aunque nos coman constantemente el coco con esa idea. Quizás algún día, a mi hermano y a mí nos dé la vena viajera pero por ahora, no nos da esa vena.
Yo como de lo que guiso. Cuando compro, no reparo en gastos. Me doy algunos lujos cuando quiero y con eso me basta.
Me recuerdo en Valencia solo, aburrido y sin nadie con quién hablar. Lo pasé muy mal. Fue un fin de semana asqueroso, igual que el de Alicante. Me extrañan todos esos anuncios de viajes en que todo el mundo es feliz por el hecho de viajar. Yo he comprobado que es mentira. Habrá gente que sí se sienta feliz solo, por ejemplo, en Pekín, pero yo no me sentiría así. Como mi experiencia viajera fue mala, ya no viajo más y menos, solo. Eso de que viajar te abre la mente y te hace vivir experiencias inolvidables vamos a ponerlo en entredicho. Viajar puede ser duro en cualquier momento y sentirte deprimido si vas solo y no tienes a nadie que te ayude en el viaje simplemente con un poco de compañía.
Vivir como vivo no debería ser motivo de tristeza ni de desesperación. Mucha gente se apuntaría a vivir como vivimos mi hermano y yo. Pero yo no me siento bien del todo con el modo en que vivo aunque noto que me voy acostumbrando.
Las más veces, la vida se compone de muchos lunes, lunes que amanecen como los días que estuviste de fiesta cuando eras un muchacho.
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