A uno que viene de un pueblo a la ciudad, se le hace difícil conocer gente. No solo por una dificultad física al estar solo por tener los conocidos en el pueblo, sino también por una causa ideológica o de pensamiento, pues le parece a este hombre de pueblo que los de la ciudad piensan de otro modo o simplemente, están locos o son raros todos.
No digamos los emigrantes de otros países. Pero estos emigrantes se encuentran ya con una comunidad de los suyos ya muy asentada en diversos negocios o barrios, etc, donde pueden encontrar gente para conocer.
Uno que venía en los años 60 o 70 de Segovia, de Palencia, de León, se enfrentaba a una soledad de gentes que venían de un pueblo a Madrid o a Barcelona. Yo ya soy hijo de aquellos que vinieron en esas épocas. Pero tengo una manera de pensar por ser de pueblo y creo que también por tener unos padres muy mayores, muy refraneros, muy aconsejadores, que ya no me la quito de encima: es una manera de pensar muy conservadora, muy antigua, muy pegada quizás a la tierra.
Pero ayer domingo logré hacer unos conocimientos: conocía a Iván, el hijo de un militar; conocía a Inés, que trabaja desde casa con el ordenador y conocí a Carmen, con la que hablé de política de manera muy fructífera para mí, pues saqué algunas ideas buenas de lo que se habló.
Además, no es necesario ser de pueblo para que hacer conocimientos entre la gente sea difícil. Es que yo creo que con la vida que llevamos es muy difícil hacer conocimientos humanos de cualquier forma. Celebro pues haber conocido a esta gente gracias a Silvia, una buena amiga.
A veces suena la flauta y suena bien.
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