La colmena zumba por las calles. La gente pasa presurosa. Las bocas de metro tragan y escupen. Los autobuses se retuercen como bestias en las curvas de las esquinas. Yo camino por la acera como uno más de esta maldita colmena.
Otros vendrán que de tu casa te echarán. Ayer comimos garbanzos, que sientan un poco pesados al estómago. En el parque juegan los niños con la paciencia de los dioses antiguos.
Dormir es una solución precaria a los problemas del mundo porque pronto o tarde despertarás del sueño y el monstruo seguirá ahí.
Los escritores como yo imaginamos un montón de cosas curiosas pero la realidad ya nos ha ganado por ciento a uno hace mucho tiempo.
Suena la trompeta en el metro, suenan ya los pájaros que anuncian la primavera en los árboles cancerosos de la ciudad.
No hay que bajar la guardia frente a novedades que nos harán más esclavos. Los móviles no dejan de lanzar señales de estupidez al mundo.
La vida pasa, la muerte llega. Es la ley más fiel a la que está sujeto el ser humano y todos los seres con vida.
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