Me ha dicho mi madre que se ha muerto un hombre del pueblo que me hizo reír un montón. Era un hombre muy gracioso. Podría resultar un hombre estrafalario pero era un buen hombre que se ganó el jornal con la máquina perforadora en sus tiempos.
Se llamaba Lalo, apodo de Gonzalo y siempre estaba el hombre inventándose chistes y coplas para pasar el rato. Se muere tanta gente al cabo de un año en el pueblo que cuando te dan estas noticias me entristezco un poco al recordar los tiempos que pasamos juntos el finado y yo.
Una anécdota suya es haberse dormido y perdido el autobús que le llevaba a Majadahonda a trabajar. Un señor le cogió en su coche y llegó antes que el resto de sus compañeros.
Bueno, lo dicho, que descanse en paz.
La gata Flora cuando se la metes chilla; cuando se la sacas, llora
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