Hace unos días íbamos Paco y yo a Valdemoro, donde pasó sus días el bueno de Cánovas del Castillo que acabó asesinado, como todos los buenos en España, y cogimos la M 50. Me quedé asombrado del desvío que hay a la nacional IV. Increíble: en una curva, sin visibilidad, con otra carretera de acceso a la M 50 en el mismo sentido. Es como si fueras de una carretera nacional a un camino de cabras sin transición. El otro día oía yo a la ministra de Fomento. Todo muy bonito. Y una polla. Las carreteras españolas son una trampa en muchos sitios. Trampa que puede ser mortal si no vas con cien ojos. A la vuelta de aquel pueblo, un lío inmenso de carteles tapados por plantas, salimos a la M50 otra vez. Era de noche. Si no es por la habilidad de mi hermano, no sé dónde habríamos ido o qué nos habría pasado. Rodamos tres o cuatro kilómetros con la carretera cuarteada. ¿Dónde se quedan los millones que no echan en el asfalto? España, país de cabreros, de estafadores y señoritos. País de mierda. País de media pluma. País que fomenta la pandereta y el engaño. País que será siempre pobre en educación, en seriedad y en gobernantes como Dios manda.
Si vas por España, que nade te extrañe.
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