De mi simpatía, me da pena notarlo, va quedando poca. Soy huraño como una gato metido en un balde de agua. Por las circunstancias, por las putas circunstancias, como diría el bueno de Gasset. No en vano, llevo tres años como perdido en un ir y venir a ningún lado. No me convence lo que veo ni lo que hago. Pero me repito mucho. Más vale valorar lo único que uno tiene, aunque sea a regañadientes, que ponerse a malas por lo que se perdió. Estas mañanas en que me levanto y desayuno tranquilo, ando en internet, luego voy a la calle a ver la gente y tener alguna charla; las tardes escribiendo mi novela o yendo a ver a mi madre, ¿por qué han de estar mal? Yo lo veo mal pero si me pongo a pensar que esas cosas son buenas, tenderán poco a poco a ser buenas y beneficiosas al fin y a la postre. Es cuestión de cómo se vaya ordenando la mente y el sentimiento. Hay gente que reniega teatralmente de su presente y representa un melodrama pobre de su existencia. El que se queja, se descalifica, dicen por ahí. Bueno, algo hay que quejarse pero con razón. Yo tendré que hacer un ejercicio de amoldamiento a lo que hay. Si no, me comeré dos tazas todos los días.
Ten presente tu constante presente y quiérelo.
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