Me levanto sin ganas de hacer nada, el día está muy nublado. Me pongo a mirar en internet, lo de siempre. Me apaño un poco el pelo, me lavo y tomo café, tengo que hacer una cafetera que ya me jode, hasta tal punto está hoy mi inercia de la vida y mis pocas ganas de hacer cosas. Vuelvo al internet, lo de siempre. Salgo de casa y la calle parece un velatorio: poca gente con caras tristes, con caras de crisis, con caras de maldecir su vida. Me acerco al bar de siempre pensando, como dijo Cervantes, "el que anda mucho ve mucho". Yo no ando por ningún lado luego no veo nada o siempre veo lo mismo de siempre, lo mismo de siempre, lo mismo de siempre: caras largas, con el desasosiego del poco dinero rondando las cabezas, con el desasosiego de perder el poco dinero que ganan en sus trabajos, con el desasosiego de la puta política, los corruptos, la independencia catalana, joder la marrana de la unión de España. En el bar de siempre leo la prensa: Victoria Prego dice que la política nacional ya está dañada. Hablo con el vendedor de la Once: que si hay que hacer más horas para ganar lo mismo, que la gente no compra, que la gente no tiene alegría, que la gente está acojonada, que dónde está la gente que no se la ve. Voy al súper, tengo que comprar aceite y leche. Una señora me mete prisa, la señora quiere que me quite, que me aparte, me odia ya por estar primero en la fila: el día está asqueroso, no hay quien lo remedie. De camino a casa veo más caras de babas, de ojos cansinos, de expresión de la adversidad. Hago una paella de conejo. A descansar después de comérmela.
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