Hoy me he levantado con dolor de cabeza. No recuerdo ningún día de mi vida de esta tesitura. He desayunado y me he vestido y he puesto a cocer unas fabes con todo lo que lleva una fabada. Ahora hay que esperar dos horas a que cueza. Hoy es viernes. Los viernes en los institutos son unos días muy festivos pues los alumnos están deseando largarse de fin de semana y los profesores también.
Pero hoy viernes, sin nada que hacer más que una fabada, es un día insulso para mí, a no ser que esta tarde logre escribir unas líneas de mi próxima novela. Recuerdo los viernes que me levantaba muy temprano para ir a enseñar y todo era una ilusión: la ilusión del fin de semana que ya llegaba y a lo mejor me tocaba una hora última de dos a tres con un grupo difícil dependía exclusivamente de mí que esa hora fuera un desastre o una experiencia bonita con los alumnos que miraban más al reloj que atendían a mis explicaciones. En fin, ya no volveré a vivir esas experiencias tan estimulantes pero ojalá viva otras más estimulantes que hacer una fabada. Si has perdido algo, busca otra cosa.
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