Parece que vuelve el frío en este reloj meteorológico tan loco que tenemos. Parece una señal que me dice que me quede en casa. Estar en la calle dicen que es propio de los madrileños que, en cuanto se aburren en casa (con mucha frecuencia) salen a los innumerables bares que hay por toda la ciudad a charlar con sus vecinos, a decir majaderías, a beber y a aguantarse unos a otros.
Más valdría que aguantaran a sus mujeres o sus maridos en casa que para eso decidieron vivir la vida con ellos.
Pero bueno, todo es relativo y quizás la "vida al aire libre" sea muy gratificante.
Yo, hoy, me he quedado en casa leyendo y escribiendo y no me ha dado mucho esa sensación contra la que lucho de pérdida de tiempo, quizás porque lo he aprovechado pasando el rato no diciendo opiniones ante un público inane de las que se las lleva el viento sino leyendo una historia que ha sido elogiada por críticos literarios como que es buena. Alguna enseñanza sacaré de esta historia y no de las que me cuente un "camarada de barra".
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