No sé si habrá cosa peor que ser un enfermo mental y estar jubilado. No sabes qué hacer en todo el día. Se te pasa la mañana tomando café y charlando con el camarero de cosas que te importan un pimiento. Luego, haces la comida. Comes. Te tumbas sin ningún futuro a la vista, sin ninguna ocupación posible para rellenar la tarde. Y si te ataca la ansiedad o la angustia, se junta ya la inoperancia con los nervios propios de la enfermedad. Lo más seguro es que te lo montes mal y así no sepas qué hacer durante el día y la tarde, pero es que un enfermo mental es sinónimo de inestabilidad emocional y de esa manera no hay nada que puedas hacer que no te influya. Yo, que soy bipolar, a veces estoy eufórico, maniaco o estoy deprimido sin ninguna razón. Claro que hay cosas peores como enfermedades incurables o enfermedades que te dejan sentado en una silla, pero estar todo el día sin saber qué hacer también es duro de llevar. Si luego añades que no puedo salir de la ciudad al estar confinado y que se lía a llover en cualquier momento. Todo son importunas circunstancias para el enfermo mental que está jubilado. Todo se vuelven nervios, ansiedad y malos rollos.
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